Por Eduardo “Pipó” Dios

columnista

Yo sé que es muy martes y muy noviembre, casi Navidad ponele, para que yo les tire mala onda, pero a veces hay que estar preparados, o al menos les voy a poder decir, el siempre inútil, pero reconfortante para el que lo dice, “yo te avise luego”.

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No es que vea el vaso medio vacío, sino que hasta de repente me parece que no hay ni vaso. Así de jodido. La recaudación esta mal, culpa de la pandemia, global, de la mala administración, local, al final no importa tanto de quién es la culpa sino qué cuernos hacemos. En resumen, en el Estado no hay plata, todos hablan de los 1.600 millones de dólares como si fueran inacabables y además, fueran suficientes. La verdad es que no queda ni la mitad, se fue todo en Salud, en sueldos, en subsidios y algunas cosas más. Queda un monto para Salud, al que cada tanto le pegan un mordiscón, “total no están usando luego”, cuando resulta que el 90% de las licitaciones está frenado por el “Comité Giuzzio” y Salud sigue comprando de los proveedores habituales, usando sus contratos abiertos prepandemia. El problema es que no les paga, y estos ya están dándole ultimátum. No pueden seguir “fiando” porque, a ellos, afuera, no les fían.

O sea, si Salud no les paga, se acabaron los medicamentos e insumos médicos. Y con el mundo dado vuelta y demandando todos los países del planeta los mismos productos se hace complicado, si no imposible salir a comprar a las apuradas, si nos llega, muy probablemente la segunda ola de covid, en medio de la primera.

El despilfarro debe parar, pero también deben parar ciertas reivindicaciones justas de sectores postergados, sobre todo de la administración pública, que tenían promesas de reajustes, muchos de ellos más que razonables y merecidos. Pero el ajuste debe llegar a todos. No podemos aumentar impuestos por que nadie los va a pagar, no podemos seguir ordeñando la vaca flaca del sector privado. No podemos seguir endeudándonos, aunque sea a tasas de primer mundo porque no podemos pagar los vencimientos actuales. Entonces debemos, o deberíamos actuar como una casa donde trabajaban dos y ahora trabaja uno solo, y recortar todo lo que se pueda. No quiere decir que lo que se recorte sea superfluo o injustificado, sino que primero debemos asegurar la supervivencia, después ver si esta supervivencia será más o menos cómoda o austera.

Primero la salud, más con la amenaza del covid, el dengue y demás pestes. Asegurarnos la provisión de medicamentos, vacunas, insumos y que el personal sea suficiente y reciba al menos su sueldo para subsistir. A partir de ahí veamos dónde ajustar, dónde apretar, dónde postergar o seguir postergando, por que el horno no está para bollos.

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