Por Felipe Goroso S.

Columnista

Twitter: @FelipeGoroso

Lunes 8 de octubre del 2018, microcentro de Asunción. Un vecino alerta a las autoridades sobre un olor procedente de una vivienda ubicada sobre las calles Oliva y Montevideo, en el microcentro de Asunción. Se encontraron cinco cuerpos en avanzado estado de descomposición, incluidos dos niños. Según la Fiscalía, los crímenes se habrían cometido en la noche del 28 de setiembre y madrugada del 29 de setiembre. Un grupo de jóvenes participaban de una reunión social en el lugar, días después de los asesinatos. Esos jóvenes son Alba Armoa y los hermanos Marcelo y Araceli Sosa. Todos, en alguna u otra medida, quedaron vinculados a la causa. Marcelo fue desvinculado, Alba decidió aceptar el proceso abreviado y Araceli, segura de su inocencia, decidió llegar hasta el juicio oral.

Y sobre esta última protagonista es que deberíamos plantearnos una cantidad de cuestiones, como sociedad toda, específicamente los medios de comunicación. El Tribunal de Sentencia absolvió por unanimidad de culpa y pena a Araceli por los supuestos hechos de omisión de dar aviso del quíntuple crimen a la Policía Nacional. Las juezas resolvieron que la Fiscalía la envió por siete meses a la cárcel sin poder sostener una sola prueba irrefutable de que haya participado del quíntuple asesinato, en el que único condenado fue Bruno Marabel.

Araceli y su familia, incluyendo a su hija pequeña, sufrieron los rigores de una maquinaria que funciona de manera perfecta, perfectamente hambrienta y voraz. Una maquinaria que exige ser alimentada sin parar, que hace las veces de investigadores, forenses, fiscales, jueces. Juzga, condena y tritura a la presunción de inocencia. Todo, y todo a la vez. De hecho, todos ellos son piezas parte de esta maquinaria, eso sí, las piezas principales se llaman medios de comunicación y redes sociales. En todo este tiempo que Araceli hizo esta procesión por su inocencia y libertad se paró frente a este monstruo y se lo llevó puesto con una altura y valentía dignas de quedar plasmadas en varios capítulos en los libros que se leen (o deberían leerse) en las universidades.

Araceli sufrió golpes en la comisaría donde estuvo antes de ser llevada al Buen Pastor, una noche al volver de un evento social con su hija pequeña en brazo, otro pasajero del colectivo donde venía exige a los gritos que ambas abandonen el bus. Un día de visitas en el Buen Pastor, su hija le pregunta si es cierto que está ahí encerrada por haber matado a niños. En la semana la menor se había enterado por una compañerita de la escuela sobre el caso. Hasta ese día, Araceli y sus padres se habían puesto de acuerdo en decirle que la misma se encontraba en el lugar haciendo cursos y aprendiendo manualidades, por eso cada vez que la menor iba Araceli le mostraba los trabajos que hacía estando recluida.

No será fácil; el rubro del periodismo, las impunes cloacas de las redes sociales y los todopoderosos señores de la Justicia, son algunos de los gremios más reacios a generar procesos que tengan como punto focal a la autocrítica, en ese punto; son muy similares a la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, pero se nos está permitido mantener la esperanza.

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