Por Mike Silvero

@mikeotr

“La tecnología se alimenta a sí misma. La tecnología hace que más tecnología sea posible”, escribió Alvin Toffler en 1970, con tanta certeza que hasta el día de hoy seguimos viendo que tiene razón.

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Amnos Shashua fue confundador de MobileEye, una empresa que se planteó como posible que mediante cámaras, sistemas de identificación de objetos, conexión con mapas e inteligencia artificial, los autos se puedan manejar solos. Hace 20 años sonaba a ciencia ficción, a mediados de esta década Intel se interesó en el invento y poco después pagó 15.000 millones de dólares por el producto. Un monto que es mayor que la deuda externa e interna del Paraguay combinadas.

En muchos casos, para la mente de aquellos que vivimos el día a día, con suerte con seguridad a fin de mes, el futuro es difícil de pronosticar, menos aún es posible analizar la posibilidad de que después de haber logrado un negocio de tamaña envergadura financiera, uno pueda seguir trabajando. Pero las mentes brillantes son distintas.

Shashua, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén, siguió trabajando y hoy, aquella invención mutó a otras características, como por ejemplo el producto estrella del año: MyEye, de Orcam. Considerado el invento del año para medios especializados, lo que este dispositivo de visión artificial logra es identificar lo que el usuario tiene frente a sus ojos, permitiendo la lectura y por ejemplo saber quién está en frente.

Es del tamaño de un dedo, se coloca al costado de los anteojos y tomó 10 años de desarrollo. Pesa solo 22 gramos, reconoce 80 mil códigos de barras de supermercados, texto y hasta billetes. Tiene las mejores críticas posibles por parte de la Fundación Americana para ciegos, es de origen israelí y ya se comercializa a un precio de 4.500 dólares, mientras sigue cosechando premios a nivel global.

¿Por qué es tan importante un dispositivo así? Porque se enfoca en lo humano, a veces la tecnología está muy enfocada en automatizar todo e incluso reemplazar mano de obra, como es el gran peligro laboral del siglo, pero este invento le facilita la vida a millones de personas y es ahí donde nuevamente Toffler tiene razón. Pensado inicialmente para mejorar la calidad de vida de los discapacitados visuales, Orcam MyEye empezó a tener mucha aceptación en dos grupos inesperados; los ancianos y los disléxicos.

Una tecnología inventada para encontrar solución a un problema determinado termina dando más opciones a otras situaciones que quizás pasaban desapercibidas. Así es que la tecnología se reinventa a sí misma.

Es fácil quedarnos con dos elementos de esta historia; lo hasta milagroso de su enfoque de solución, hasta la decisión personal de un investigador a seguir produciendo aún sin tener necesidad económica, pero aquí es donde es importante resaltar el rol del Estado y de la casa de estudios. Por la manera que se organiza la Universidad de Jerusalén con su compañía de transferencia tecnológica, Yissum, todos sus productos generan una ganancia que se reinvierte en seguir investigando. Así se garantiza el avance, así se garantiza el crecimiento de una nación.

Israel, ese Estado que desde su creación es noticia por las diferencias religiosas que tiene con sus vecinos, es también una “inno-nación”, como ellos mismos se definen. Porque saben que para sostener su visión, su cultura tan antigua, sus raíces y valores, es necesario seguir diseñando día a día el futuro que vendrá.

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