El gobierno que formalmente lidera Alberto Fernández no consigue aún hacer pie. La coalición que debería acompañarlo, tampoco. Crecen las demandas ciudadanas por múltiples situaciones de opacidad y necesidad. La primera opacidad, por cierto, es clarificar quién es y dónde están el gobierno y el poder.

Un significativo segmento social cree que Alberto F. no decide ni gobierna y tiene la convicción de que quien conduce la toma de decisiones es la vicepresidenta, Cristina Fernández, en el más absoluto silencio. Con el correr de los meses, esa necesidad se acrecienta.

Muchas semanas atrás, en diálogo con este corresponsal, el embajador Juan Pablo Lohlé, con medio siglo de militancia en el peronismo, destacó como “problema y disfuncional, el hecho de que la Vicepresidenta haya nominado al Presidente”. En el partido que fundó el general Juan Perón, tradicionalmente sostenido en el “verticalismo”, saber quién manda, quién conduce, es sustancial.

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Muchos dirigentes peronistas tienen la convicción de que esa opacidad debe resolverse. De hecho, el Consejo Nacional del Partido Justicialista (PJ) impulsa que Alberto sea quien encabece la nueva conducción partidaria. El actual presidente del peronismo, José Luis Gioja, con claridad lo expresó –en el espacio virtual– ante cerca de un centenar de dirigentes entre los que se encontraban líderes sindicales, gobernadores, integrantes del Gabinete Nacional, intendentes y la militancia. “Mi opinión es que sería bueno para el justicialismo que la lista que podamos hacer la encabece el actual presidente de la nación. Esto facilitaría la unidad, sin ninguna duda”, dijo Gioja, quien transparentó, además, que las y los peronistas están desunidos.

Sin dudas, si esa apreciación del veterano dirigente que, entre otros cargos fue gobernador de la provincia de San Juan y senador nacional, es correcta, allí se podrá encontrar uno de los escollos que dificultan la gestión de gobierno que, en todas las encuestas, cae en la consideración ciudadana. Van 10 meses de gobierno y ya circulan aires de cambios en el equipo de funcionarias y funcionarios más allegados al jefe de Estado. La insatisfacción corroe y tensiona las relaciones internas en la coalición gubernamental que se apoya en tres pilares ideológicamente divergentes.

Los dos Fernández –primero y segunda al mando– y Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, cuyo nombre circula como posible futuro jefe de Gabinete de Ministros, en el caso de que aceptara dejar el titularidad de la Cámara Baja que, en el sistema institucional argentino, implica ser el tercero en la línea de sucesión presidencial en caso de acefalía. Decires. Claramente, aquella disfuncionalidad de la que hablaba el embajador Lolhé –también académico en derecho y relaciones internacionales– es corrosiva.

Cuando faltan dos meses para cumplir el primer año de gestión, una buena parte de las posiciones de gobierno aún no se cubren porque no son pocos los que –con sus candidatas y candidatos in péctore– aún discuten para quién es cada silla desde la que se controla alguna caja o herramienta de poder para hacer caja. Se inmoviliza la gestión. A ello se agrega el desgaste presidencial que, en alguna medida, ha generado involuntariamente el propio el profe Alberto F. El mandatario, el 23 de marzo pasado, dijo a Radio Nacional: “Muchos me decían que iba a destruir la economía con la cuarentena. Si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida. Después veremos cómo ordenar la economía. Elegí preservar la salud y la vida de la gente”.

Pasaron siete meses. Pobreza: 40,9%. Desempleo: 13,1%. PBI: -19,1%, entre abril y junio. Covid-19, hasta ayer: Contagiados: 790.818. Recuperados: 626.114. Fallecidos: 20.795. “Mejor que decir, es hacer, mejor que prometer, es realizar”, sostenía el general Perón.

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