Hace unos días se realizaba una reunión en la sede de la Gobernación de Alto Paraná, una importante delegación del gabinete de ministros era enviada para participar de la misma y como mensaje político clave: Ciudad del Este es importante para nosotros. Más allá que hasta ahora no hayamos podido darle soluciones estructurales y que permitan repensar la ciudad y todo lo que la rodea en lo que hace a su desarrollo y al de sus habitantes.

La apertura total del Puente de la Amistad era el clamor que llegaba desde el Este. Por semanas se venían dando diversos anuncios alrededor de la cuestión, desde el estudio de protocolos, hasta diversas modalidades de apertura del puente que nos une con el gran Brasil. Las expectativas eran demasiadas y las respuestas poco concretas. En Palacio de López aún recuerdan lo que pasó la última vez que en el Este perdieron la paciencia y para allá fue una delegación de altos exponentes: Industria y Comercio, Interior, Salud, gobernador e intendente. Estaban (casi) todos y al concluir el encuentro se daba el anuncio, la apertura total era un hecho; el tono del discurso fue festivo y tenía como marco una fotografía que buscaba transmitir poder y gestión; sin embargo, en el ambiente se respiraba cierta ansiedad por transmitir una buena nueva de relevancia. Se dieron celebraciones, incluso de parte de autoridades locales.

Hasta que en las últimas horas del jueves llegaba lo que algunos iban a presentar como un baldazo de agua fría desde Brasilia. Uno más de una seguidilla desde que asumió “ñande amigo Jair”. Se trataba de un decreto por el cual el gobierno brasileño extendía el cierre de sus fronteras por treinta días más. Fuentes hablan de que en las horas que transcurrieron hasta que amaneció el viernes los teléfonos no pararon de sonar, borradores de comunicados, propuestas de cómo argumentar y un elemento absolutamente estratégico y sobre el cual anteriormente ya se habían cometido errores: la designación del vocero oportuno, conveniente y en este caso era casi una decisión cubierta de absoluta lógica. Ese actor iba a ser alguien que no estuvo en la foto de hace unos días, la misma en la cual les mencioné que estaban casi todos, estoy hablando del ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Rivas. El mismo, además de estar desde hace meses siendo blanco de una orquestada campaña de desgaste, impulsada por sectores del oficialismo que aspiran sacarlo de su cartera, ahora debía salir a hacer las veces de bombero.

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Hábilmente, Rivas aprovechó el momento para defender su gestión al frente de la Cancillería, ponerle paño frío a la cuestión diciendo que el decreto de Brasil estaba dentro de lo esperado y que el artículo 4 del mismo dejaba abierta una ventana de esperanza para nuestras ciudades de frontera. Estos tres ejes discursivos fueron explícitos y hubo uno más que no lo fue, pero no por eso tuvo menor contundencia y relevancia: el memorándum con lo discutido y resuelto en aquella reunión de hace días en el Este no me llegó. Una cuestión tan obvia como dar un anuncio de manera unilateral sobre una medida que debe ser resuelta de manera bilateral.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, precisa de un abordaje colectivo y sobre todo coordinado entre sus partes. Sobre todo, cuando esas partes son diferentes carteras de un mismo Poder del Estado, son cuestiones mínimas que hacen a la Comunicación Gubernamental, y de verdad deseo que se tomen nota de estos episodios para el futuro.

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