Las tandas comerciales previas, posteriores, y principalmente en el entretiempo de los partidos de fútbol, suelen estar cargadas de pautas de; casas de apuestas, bebidas e indumentaria deportiva, y algún que otro rubro relacionado. Por eso es probable que a más de uno le haya llamado la atención que durante las transmisiones regionales de torneos internacionales la aparición de un ‘outsider’: Spotify.

Sí, la plataforma de streaming que está valuada en 25% más que todo el PIB del Paraguay, anuncia que no solo se pueden escuchar canciones, álbumes, shows en vivo, sino que también podcasts. Es decir, en el criterio más tradicional ‘programas’ hablados, de un sinfín de temas. Esto no es nuevo, todo el año pasado la firma sueca trabajó en potenciar esa plataforma, adquiriendo empresas como Parcast o Gimlet Media ya con sus podcasts, y Anchor, la herramienta que le permite a cualquiera grabar y editar su propio show. ¿Cuánto gastó en esas inversiones? 400 millones de dólares.

Para convencernos aún más de sus intenciones de reinar en podcasts, Spotify se llevó al locutor más escuchado de los Estados Unidos, el comentarista de peleas de UFC y comediante Joe Rogan, por una suma que se presume ronda los 100 millones de dólares por un periodo no público de tiempo. Este monto, generó una discusión alrededor de cuánto le paga Spotify a los principales proveedores de su contenido, los músicos. Una estimación del escritor Ted Gioia marcaba que para que un artista cobre lo que Rogan por episodio, deberían reproducirse sus canciones 23 mil millones de veces, debido a los acuerdos que tienen con las discográficas y sociedades de gestión.

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Entonces, lo lógico sería pensar que Spotify se imagina un mundo donde cada vez tenemos más tiempo auriculares puestos. Sí, pero no del todo. Las adquisiciones de empresas de podcasts también abren la puerta a contenido en video. De hecho, es el siguiente paso de esta plataforma.

Daniel Ek, fundador de la compañía y CEO de Spotify, fue consultado en una entrevista sobre su mayor miedo, lo que sea que pueda evitar el crecimiento de su empresa. ¿Su respuesta? Los autos autónomos.

A criterio de Ek, los autos que se manejan solos pueden ser un inconveniente debido a que sin la necesidad de prestar atención al camino, los conductores y acompañantes podrían volcar toda su atención a la pantalla de su smartphone o a las que vengan incorporadas en los vehículos. El negocio no son los podcasts, no son los vídeos, ni los shows. El negocio es la atención. Ek sabe que lo que necesita es gente consumiendo su y en su plataforma, y que si bien arrancaron con la música, no tienen la obligación de quedarse solamente en eso.

¿Pero cómo es que desde Suecia salen tantas compañías que le dan la forma al mundo que conocemos? Tomemos solo el ejemplo de Spotify, fundada en el 2006 en Estocolmo. En 1996, Ek tenía 13 años, iba al colegio y el Gobierno subvencionó el acceso a internet de banda ancha, más computadoras de última generación a montos irrisorios, permitiendo que millones de jóvenes exploren la red y den rienda suelta a su creatividad. A eso, le sumaron una fuerte capacidad estatal para convertir ideas a negocios con calidad de exportación. ¿El resultado? Ek es multimillonario, es cierto, pero más allá del dinero, está la transformación del ecosistema digital en el que vivimos.

Quizás sea muy tarde para nosotros como nación empezar a plantearnos ese tipo de iniciativas. Sobran los argumentos en contra; “que este es un país ganadero, que no llegamos siquiera a fase industrial, que nos falta educación”, y un interminable conglomerado de etcéteras. Y tienen razón. Pero también tiene razón aquel que dijo por primera vez, más vale tarde que nunca.

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