PO OLGA DIOS, olgadios@ gmail.com

“El mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía”. (Frase del personaje de “Verbal”, en la película “Los sospechosos habituales”, citado por la autora).

Ok, no se pueden quejar de que “espoileo”. Les di justito tres meses para leer la primera parte de la Trilogía de la Ciudad Blanca (“El silencio de la Ciudad Blanca”), incluido el lanzamiento de la película en Netflix, y recién ahora les vengo a insistir en que simplemente TIENEN que leer la segunda parte: Los Ritos del Agua.

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Los personajes son los mismos, más algunos nuevos. El Inspector Unai Ayala –alias “Kraken”– sigue enamorado de su jefa, la Sub-Inspectora Blanca Díaz de Salvatierra, quien se encuentra –muy convenientemente– de nuevo soltera, y no cuento más por si no leyeron aún el primero, que ahí se van a enterar qué pasó con el marido. Que esto es una columnita de libros y no de chismes rosa, che. Pero como nada es simple en la vida de esta gente, luego del pequeño “incidente” del final del primer libro, Unai se ha quedado con una afasia de Broca. Que es como quedarte mudo y tener que reaprender a hablar.

O sea que el tipo está de permiso; pero los asesinos no se toman vacaciones, menos si están cerca el Inspector Ayala y su partner de investigación, la genial y minúscula pelirroja Estivaliz. El otro que no se toma descanso es el pasado de Unai, y reaparece en la forma de una ex asesinada. Precisamente, su primer novia. En un ida y venida entre 1992 y el invierno del 2016, la novela nos va trazando los paralelismos entre cómo lo sucedido en ese verano del 92 influencia el presente. Unai, de 16 años, y sus tres mejores amigos trabajan con un Profesor de la Universidad de Cantabria en un proyecto de verano para atraer prospectivos estudiantes a la Carrera de Historia: la reconstrucción de un poblado cántabro de la edad de Piedra. Allí conocerán a Ana Belén Liaño, una adolescente dark y gótica, con aspiraciones a dibujante de comics, que exige ser llamada “Anabel Lee”, como en el poema de Edgar Allan Poe. Esa misma, la que tenía “una tumba frente al mar”. Los cuatro amigos la consideran su primer amor. A los cuatro les rompe el corazón.

Hasta que en ese invierno del 2016 Anabel Lee, o Ana Belén Liaño, aparece asesinada. Estaba embarazada y la ejecutaron según un ritual celta de hace 2600 años: la triple muerte: quemada, colgada y ahogada, sumergida en un caldero de la Edad del Bronce, robado de un museo. Y de vuelta parece que es solo la primera de una seguidilla de crímenes de un asesino en serie que imita “Los Ritos del Agua”, en lugares sagrados del País Vasco y de Cantabria. Todas son personas que esperan un hijo. ¿Adivinen quién está embarazada? Alba, la “chica” y jefa de “Kraken”. Solo que hay dudas sobre la paternidad del bebé. Si su ex marido, o el novio nuevo. Y si Kraken es el padre, se convertirán ambos en potenciales integrantes de la lista de amenazados por los Ritos del Agua.

“Tal vez tenía razón: me iba mejor en modo solitario. Necesitaba estar solo, muy solo. Solo me iba mucho mejor en la vida, al menos no destrozaba vidas ajenas que me importaban mucho”.


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