Por Mike Silvero

@mikeotr

Dicen que la mayor dificultad que genera el lenguaje es que separa a la gente, y es cierto, en países bilingües como el nuestro incluso sigue siendo un elemento que promueve prejuicios y separación de clases sociales. Un ridículo absoluto si lo vemos desde la perspectiva del desarrollo de las personas en un mundo que hoy incluso con las distancias promovidas por una pandemia, se percibe más conectado que nunca.

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La semana pasada, el diputado Raúl Latorre presentó una solicitud al Ministerio de Educación para que el idioma inglés ingrese a la malla curricular desde el preescolar y hasta el final de la educación secundaria. A criterio del legislador “es fundamental que nuestros niños crezcan con esa llave para las puertas de un mundo globalizado”.

Salvo que uno sea un ultranacionalista con conceptos arcaicos sobre su idioma, es imposible no coincidir con Latorre, pero por supuesto genera muchas preguntas. ¿Tenemos suficientes docentes para aplicar un sistema de educación de inglés a nivel nacional? ¿Podemos capacitar a los que ya están como parte del plantel de educadores? ¿Hay textos suficientes? ¿Se puede garantizar que esto no termine siendo otro gasto más en la tan golpeada economía familiar paraguaya?

Todas estas preguntas son válidas, partiendo de la base de que estamos hablando del modelo tradicional de educación, pero no es el caso. La propuesta implica tecnología y una herramienta probada como modelo exitoso en su país de origen, Corea, y con aplicaciones locales de las cuales se puede replicar el modelo a implementar. Se trata de EnglishEye, una plataforma que no solo permite aprender un idioma, sino que posee un algoritmo de interpretación que implica que el software a la vez que presenta información y clases a los usuarios, aprende de los niños, de su forma de uso, de sus tiempos de atención, de cuáles son los formatos en los que mejor y mayor información se capta. Para nuestro sistema de enseñanza, una completa revolución.

Sydney J. Harris fue un periodista estadounidense de gran relevancia en el siglo XX que alguna vez dijo que “el propósito de la educación es convertir espejos en ventanas”; es decir, abrir un mundo de posibilidades para quienes pasen por las aulas. ¿Qué mayor oportunidad que incluso no necesariamente tener que estar en un aula para participar de clases y poder aprender con una herramienta en la palma de mi mano y en el horario que uno desee?

Hasta los años 60, los países desarrollados, como Estados Unidos, marcados de alta inmigración de países hispanoparlantes, consideraban que el bilingüismo representaba un obstáculo e interfería en el desarrollo de un alumno. El tiempo e innumerables estudios terminaron eliminando ese concepto y dividiendo en varias categorías a las personas que hablan más de una lengua, como lo explica la pedagoga Mia Camanulli en una charla TED.

Aprender idiomas, más aún con una herramienta digital, no solo representa un cambio cultural, sino un avance neuronal como explica el Dr. Miguel Ángel Velázquez; al crearse nuevos puentes neuronales, se mejora el circuito del aprendizaje. Es decir, una persona al aprender una lengua materna en casa desarrolla una parte del cerebro, si a eso le suma otros idiomas, construye una autopista que se conecta con todo el cerebro, y no solo el tradicional hemisferio izquierdo asociado a estas capacidades. La plasticidad cerebral de los niños hace que esto tenga un impacto mucho mayor y por mucho más tiempo. “Más que las matemáticas, el idioma fortalece y combate la neurodegeneración”, resalta Velázquez.

Dicho esto, habrá que ver cuándo las autoridades educativas escuchan esta propuesta. Eso es incierto, en una coyuntura política tan estacionada en el presente y sin visión de futuro, pero lo que es claro es que los elementos para sostener que aprender un tercer idioma no solo conectaría a una generación futura de paraguayos al mundo mediante becas y posibilidades laborales, sino que los protegería de un mal cada vez más frecuente, como es el de las condiciones neurodegenerativas en la adultez.

Toca esperar, pero también toca apoyar este tipo de iniciativas.

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