Por Jorge Torres Romero

Una mujer sentada en las escaleras del Ministerio de Salud, agotando su último recurso en medio de su desesperación, con un megáfono en la mano gritando: “Quiero medicamentos para mi madre que tiene cáncer y está por morir”. Un alto funcionario de Salud pidió auxilio a la Policía para que la saquen del lugar.

Ese mismo día, el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, firmó la resolución a través de la cual cancela el registro sanitario que le permita importar medicamentos, entre ellos oncológicos, a la empresa Insumos Médicos SA (Imedic) del clan Ferreira, al confirmarse que los mismos eran introducidos al país desde la India, sin ningún control y encima falsificando facturas. Una sanción leve, porque la empresa seguirá operando, pese a haber burlado a las instituciones y jugado con la salud de la gente.

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¿Cómo evitar una explosión social? Los dueños de Imedic siguen libres operando para seguir haciendo negocios a costa del Estado, mientras los pacientes oncológicos están deambulando hospitales en busca de medicamentos y rogando que reparen el único equipo de radioterapia que existe en el sector público.

¿Cómo evitar una explosión social? De las 300 mil mipymes que solicitaron créditos vía Fogapy para sobrevivir en esta crisis, apenas 14 mil accedieron a los préstamos, al resto le negaron porque figuran en Informconf, y obvio, necesitan el oxígeno financiero para levantarse y, al final, quienes accedieron lo hicieron porque tienen solvencia.

¿Cómo evitar una explosión social? Una familia destrozada, nueva víctima de un secuestro en manos de una banda de criminales, que aprovechando la ausencia de Estado se enseñorea con un discurso de reivindicación social.

Mientras esto sucede, gran parte de la clase política distraída en oportunismos, pase de facturas, caprichos y negocios. De espalda al clamor ciudadano, pero de frente y a cara descubierta protegiendo corruptos y sinvergüenzas. Pero al mismo tiempo, algunos de estos pidiendo piedad para no ser escrachados. ¿Qué pretenden?

El mensaje lanzado por los 23 senadores que protegieron a Rodolfo Friedmann es claro: les importa un comino combatir la corrupción. Meter el cuco de que Horacio Cartes está detrás de la pérdida de investidura de Friedmann fue la excusa perfecta para seguir con la tranza. La senadora Desirée Masi se evidenció: “Rodolfo es enemigo de Cartes y eso ya lo convierte en mi amigo”. Es decir, no importa que sea bandido, no importa que miles de niños se queden sin almuerzo escolar. Le importa solamente Cartes.

“Yo no robé ni un solo plato de comida” dice Friedmann, o sea, ya ni le importó explicar sus vínculos con la empresa ESSA. Esto es mentira, si bien los contratos pudieron cumplirse en cuanto a la entrega de cada ración de alimentos, al sobrefacturar cada plato, impidió que más niños accedan a esos platos de comida. ¿Se entiende? En los audios revelados se escucha que tanto Rodolfo y sus socios quedaron sorprendidos con los márgenes de ganancias. Y claro, el costo por cada plato era de G. 3.500 y ellos lo vendían a G. 15.000.

Los 23 senadores son cómplices de este robo, al punto que ni quisieron debatir porque no tenían argumentos. De Lilian Samaniego, Víctor Ríos, Juan Afara, Gómez Zelada se puede esperar cualquier cosa, pero de Eusebio Ramón Ayala, Jorge Querey y otros, sigo estando sorprendido. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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