La semana pasada comencé a hablarles de la resiliencia como factor no solo protector de la salud mental, sino como cualidad a desarrollar para, desde este evento global de la pandemia, podamos salir fortalecidos en nuestra salud mental, aprendiendo a sobreponernos a las situaciones estresantes y desgastantes.

Les comenté que, aparte de estructuras cerebrales, tenemos también sustancias neuroquímicas que intervienen en los mecanismos de la resiliencia. Por ejemplo, el cortisol (relacionado con los estados de alerta, vigilia y atención focalizada) atenta contra el comportamiento resiliente cuando se encuentra en concentraciones elevadas, alterando el desarrollo normal, la reproducción y la respuesta inmunológica. La testosterona en el estrés y en situaciones adversas desciende su nivel, lo que provoca disminución de la atención; disminución de la proactividad y de la autoconfianza; pobre asertividad (capacidad de decir las cosas sin herir ni lastimar a otros); estados de ánimo con predominio depresivo; dificultad para ejercer el pensamiento colateral; disfunciones sexuales y poca creatividad.

La di-hidro-epi-androsterona (DHEA) tiene la cualidad de inhibir las sobreexpresiones de los glucocorticoides en general, por lo que es pro-resiliente de forma directa e indirecta, ya que desde el punto de vista hormonal, la DHEA ejerce una acción antiglucocorticoidea y contrarresta los efectos del cortisol. En aquellos individuos con pobre respuesta de DHEA ante el estrés existe mayor riesgo de trastornos psiquiátricos como depresión, trastornos por estrés postraumáticos y trastornos de ansiedad. Sin embargo, se ha demostrado que los altos niveles en la relación DHEA/Cortisol pueden prevenir el trastorno por estrés postraumático.

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Este disbalance en la farmacia neuroquímica del sistema nervioso en las personas poco o no resilientes causa que las mismas padezcan frecuentes e intensos episodios de reactivación de la memoria consciente del momento estresante como pensamientos compulsivos e intrusivos, como ideas locas y desesperadas que le vienen a la cabeza. Esto explica el porque cierta gente se rebela contra las medidas sanitarias de distanciamiento e higiene, o desarrollan el pensamiento autodestructivo inconsciente de “esto está en el ambiente y no tengo nada que hacer, voy a salir a la calle pase lo que pase y si me toca, me toca, mala suerte”. En cambio, los sujetos proresilientes son capaces de sobreponerse y de superar los momentos de dolor emocional o contratiempos e, incluso, de salir fortalecidos de lo negativo con evidente firmeza de ánimo.

Estadísticamente se observa con relativa frecuencia que los individuos con mayor capacidad intelectual y volumen de conocimientos tienen mayor poder de procesar las situaciones traumatizantes y de afrontar las agresiones estresantes. Son más resilientes en lo emocional y a nivel celular neuronal. En cualquier situación estresante, según evoluciona en el tiempo, existen alteraciones en el funcionamiento neurobiológico en varias fases. Al inicio hay incertidumbre creciente, aprehensión y un grado de vulnerabilidad a lo que se suma una tensión que va en aumento. En un segundo momento, aparece el miedo, la confusión y la desorganización emocional.

En el tercer período, llamado proscrítico o crónico, el estrés, el temor, la ofuscación, la labilidad emocional, las actitudes de negación y las crisis emocionales diversas son constantes. Finalmente, en la fase de recuperación, pueden surgir estados depresivos o cambios emocionales más duraderos. Es aquí cuando se habla de “estrés postraumático” con múltiples manifestaciones, ya sea por las conductas adaptativas o de acomodamiento. Por tanto, el fenómeno resiliente consta de una dinámica que atraviesa varios momentos identificables con mayor claridad cuando se analizan acciones de defensa y protección; búsqueda del equilibrio que enfrenta a la tensión; compromiso y arrastre del desafío; la superación; la valoración de lo que significa; la actitud positiva del sujeto; la toma de responsabilidad y de creatividad y la conducta o tratamiento auxiliador para favorecer la resiliencia. Por eso, es importante readaptar el funcionamiento individual y colectivo para volver a la resiliencia (o adquirirla) si hasta el momento no existía.

La semana que viene termino esta serie de artículos semanales sobre la resiliencia en tiempos covid con consejos para afrontar esta situación. ¿Nos vemos para seguir DE LA CABEZA el otro sábado?

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