Somos vulnerables. Esta contundente condición se encarga de darse a conocer en cualquier instante de la vida, y lo hace una y miles de veces. Sus manifestaciones tienen el rostro de cada uno, en su tiempo y a su manera. Lo que es indudable es su inevitable presencia. La que previamente se constituye en una amenaza o en un peligro, como la que acecha actualmente a todos, que en su calidad de pandemia arrasa sin distinción alguna y se lleva vidas; ante ese dolor inexplicable la humanidad sufre.

Somos vulnerables. Y sabedores de lo que representa, al serlo podemos practicar la sensibilidad que poseemos. Es una oportunidad histórica para transformar el dolor en amor. En ese trayecto de sensaciones se construye el puente de la vida. No se trata de ilusiones o fantasías, es la propia existencia la que con su sello se atreve a reconocerse fuerte y decidida, auténtica y pujante, noble y sencilla. Otorgándole al tiempo el significado de su música, de los mensajes que trae consigo, de los desafíos que entabla, del presente que describe y de los proyectos que enciende.

También somos invulnerables. Aquí las defensas se sostienen en la honestidad, en la justicia y en la bondad de los actos que expresan la subjetividad que nos caracteriza. Es impresionante el vínculo entre el saberse frágil y sentirse fuerte. Reconocerse endeble y construirse con solidez. Es por eso que el aprendizaje reina en las experiencias.

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Somos invulnerables cuando sentimos lo que hacemos y vivimos con pasión. En esas misiones diarias la vitalidad se traduce en el proceder respetuoso, en el actuar dispuesto a crecer y en la valoración constante del acontecer, alimentando de esa forma el sustento necesario para vivir.

La historia está plagada de conquistas y derrotas, éxitos y fracasos, aciertos y desaciertos, es abundante el material de lecciones que pueden indicar unas y otras interpretaciones. Lo que indefectiblemente sucede es que todo tiene un final, y en cada caso la vulnerabilidad ha golpeado la puerta. Ahora, no fue eso lo que caracterizó o sentenció el destino de los protagonistas, sino su grandeza ante las circunstancias que vivieron, en donde se apoderaron de aquello que los hacía invulnerables, conscientes que libraban un mano a mano con las causas que los movían, convencidos que pregonaban por un tiempo mejor, por un mundo distinto, por la vivencia de lo que creían su propio camino. Quizás acontezca con nosotros algo similar, por eso sostenerse de aquello que fomenta lo invulnerable es vital para superar este contexto social actual.

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