Fernández, al igual que el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa –este último tercero en el orden de sucesión presidencial en el caso de acefalía por cualquiera de las circunstancias que prevé la Constitución Nacional– están aislados o, más exactamente, rodeados, por los centuriones de la vicepresidenta Cristina Fernández que, con celo extremo, bloquean en el Parlamento, donde reside la voz del pueblo, toda posible disidencia vaciándolo de contenido popular y colmándolo de sectarismo.

Estamos mal y vamos mal”, con esa síntesis, dos dirigentes del llamado Peronismo Republicano, siempre en formación, que exigieron reserva sobre sus identidades (muy pocos y pocas quieren hablar en on en este país), describieron lo que ellos entienden es el panorama de la política en la Argentina de los últimos meses.

“La única salida posible de ese laberinto es con un frente del que sólo no deberán participar los kirchneristas y los corruptos”, agregan al momento de requerirlos para conocer cuáles son las propuestas de ese sector disidente del oficialismo para salir de ese laberinto. Por el lado de las oposiciones la situación no varía demasiado. De hecho, una buena parte de ellas, integrada mayoritariamente por quienes fueron integrantes de la ex coalición de gobierno durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019), Juntos por el Cambio, en la semana que pasó, alcanzaron muy alto protagonismo mediático cuando poco más de una centena de Diputados se presentaron para debatir en el Congreso y ese derecho les fue negado pero, por lo menos hasta ahora, la movida no avanzó más allá de ese paso de testimonial poco conducente.

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Claramente, expresar hasta el cansancio “queremos debatir en forma presencial porque se encuentra vencido y no fue renovado el protocolo para hacerlo en forma remota” no conmovió más que a los titulares de los periódicos y a los productores de memes porque, pese a estar sentados en sus bancas parlamentarias, el oficialismo los señaló como “ausentes”. Como desde meses, el Congreso inactivo y lejos de la gente.

Un panorama similar ofrece el silencioso Poder Judicial. La sociedad les presta poca atención y –cerrados los bares por la cuarentena pese a que el presidente Alberto F sostiene que no la hay– ni siquiera aportan para una de las mayores costumbres argentinas: hablar de política. La pandemia imparable, que en pocas horas más habrá superado la trágica barrera de 10 mil víctimas fatales y cerca de medio millón de contagiados, que debería ser la mayor de las preocupaciones sociales es, sin embargo, superada por la inseguridad que, desde una perspectiva amplia, abruma porque, en la última quincena, tanto en los alrededores de Buenos Aires como en Villa Mascardi, en la lejana Patagonia, legiones de familias pauperizadas, lideradas en algunos casos por punteros políticos, ocupan amplias extensiones de tierras en procura de lugares para vivir y dejar atrás el hacinamiento al que vinculan –autoridades y ciudadanía– con la circulación comunitaria del SARS-COV-2. La inflación, el deterioro del salario con el dólar norteamericano a $ 134 por unidad en el mercado ilegal (30% de brecha con el valor oficial), el desempleo, la inactividad productiva, la fuerte caída en las ventas en general incluidos los alimentos, la imposibilidad para los sectores sociales más desprotegidos de ejercer actividades en la economía informal, no se hablan.

Tampoco del ajuste económico que, claramente, el gobierno ha comenzado justo en el momento en que se prepara para iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para renegociar la deuda pública con ese organismo multilateral por un monto en torno de los 55 mil millones de dólares. El presidente Fernández, pese a ello, sostiene que “la economía ha comenzado a crecer”. Difícil de verificar para quienes cada día perciben lo contrario. ¿Visiones diferentes? ¿Criterios de análisis divergentes? ¿Percepciones encontradas? Difícil saberlo. Sin embargo, algo queda claro. Las propuestas y/o respuestas que esta sociedad aguarda de mujeres y hombres que tienen la responsabilidad política de imaginar y gestionar para intentar superar la crisis en procura del bien común, no aparecen. No llegan. No se escuchan. No se perciben.

Todas las señales hacen que muchas y muchos crean que así sucede porque no saben qué hacer. Mientras –como si estuvieran haciendo tiempo hasta que lleguen esas soluciones– las dirigencias, que a pocas y pocos guían entre tanta zozobra, devienen en relatores de lo que dan en llamar “política” para tratar de justificar lo que no hacen por responsabilidad de quienes están en la otra vereda. Así las cosas, esas unas y esos otros que deberían gobernar, aparecen como dos grupos de riesgo para todas y todos.

Etiquetas: #Argentina

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