“Duele decirlo, pero hay que decirlo” 

Pablo Alfredo Herken Krauer

Analista de la economía

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Si me guío por los propios cálculos del ministro de Hacienda Benigno López –en los que no concuerdo, allá ellos, aquí yo– al cierre del 2020 se proyecta o estima que tendríamos (el Estado, es decir, nosotros) una deuda de 11.519 millones de dólares (en más del 90% externa, es decir, con el mundo que nos prestó dinero), equivalente al 32,5% del tamaño de la economía o producto interno bruto (PIB).

A junio del 2020 la deuda sumaba 10.871 millones de dólares, última información disponible, con un peso del 30,7%. Reitero, si me guío por lo oficial, en solo dos años (2019-2020) nuestra deuda estaría creciendo ¡43,3%! o 3.478 millones de dólares, teniendo en cuenta que en el 2018 el monto de la deuda ascendió a 8.041 millones de dólares, equivalente al 22,7% del PIB. Desde este punto de comparación nuestra deuda crecería en casi 10% en términos del PIB. ¡En dos años! ¿Se explica tanto endeudamiento en tan corto plazo, sabiendo que para el 2021 “se pensaba mantener el ritmo”? Y sí, se explica.

El cartismo le dejó a Marito 4.000 millones de dólares en recursos conseguidos y disponibles automáticamente, casi 10% del PIB. Los del Gobierno se durmieron unos buenos meses, pero cuando se nos vino el feo 2019, con recesión en el primer semestre, apretaron el acelerador e invirtieron 1.139 millones de dólares, en obras públicas en gran parte. Cuando se ejecuta un préstamo externo se convierte en deuda. La economía no creció: 0%. “Vamos a hacer lo mismo en el 2020 para lograr el crecimiento esperado del 4,1%”, dijeron. Más obras = más deudas, ya conseguidas y disponibles o nuevas.

Y la inversión del Gobierno subió 31%, de 366 a 480 millones de dólares en el primer semestre del 2020. Más deuda, porque prácticamente todo lo que se invierte se financia con bonos soberanos –que Marito odiaba– y préstamos internaciones –que para Marito eran “suficientes” sin necesidad de bonos–. La deuda por inversión se transforma en déficit fiscal, diferencia entre ingresos y gastos.

Por esa razón, el año pasado rompimos legalmente el tope al déficit que por ley nos establecimos en el 2013, para arreglar la casa muy desordenada que se recibía. Nos autorizamos un tope “temporal” del -3% del PIB dejando atrás el -1,5%. Pasamos de un déficit de -532 millones de dólares o 1,3% del PIB en el 2018 a otro de -1.089 millones o 2,8% del PIB. Estimándose para el cierre del 2020 un déficit del -7,2% del PIB o -2.552 millones de dólares. Es decir, casi quintuplicamos el monto del agujero. El 4,1% de crecimiento esperado se ha convertido en una caída del -3,5%.

La pandemia nos golpea con todo. En enero emitimos 450 millones de dólares en bonos soberanos y en abril, ya en emergencia sanitaria y económica, colocamos otros 1.000 millones de dólares soberanos. Reitero: bonos que Marito no quería y criticaba. Por emergencia nos endeudamos en 1.990 millones de dólares. En pocos meses. No entro al análisis de su uso. Y el Gobierno decidió continuar endeudándose. En su dibujado Plan de Recuperación necesita la aprobación del Congreso para 350 millones de dólares de nueva deuda. Y, como era de esperarse, se da una negativa generalizada. Pero esa es la película incompleta. En verdad en el Congreso hay en gestión de aprobación un paquete de 647 millones de dólares. Ya sumamos 997 millones de dólares “en manos parlamentarias”.

Le agrego otros 424 millones de dólares (BID y FMI). Sigo. A remitir al Congreso hay una carpeta de préstamos de 300 millones de dólares. Y hay contratos de préstamos en proceso de suscripción o formalización por 1.145 millones de dólares. Y los préstamos en etapa de negociación suman 585 millones de dólares. Y, finalmente, pero no menos importante –last but not least– al Gobierno aún le queda por desembolsar (usar) 3.144 millones de dólares de préstamos externos en ejecución cuyos contratos vienen del 2010. ¿Suma total?: Casi 6.600 millones de dólares en préstamos. Cuando la economía de un país juega su presente y futuro económico casi completamente en endeudarse, termina mal, muy mal.

Lo estamos haciendo, “porque no tenemos otra salida, importa más la gente que la deuda (expresiones de un ex ministro de Hacienda), las obras públicas apalancan la recuperación y la recaudación de impuestos cae 838 millones de dólares en dos años, con un nivel semejante al del 2012”. Hoy las justificaciones son muchas. Mañana, la caída y la crisis no tendrán papás. Y la gente, más importante que la deuda, entonces huérfana, comerá deuda. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo. DDPHQD

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