Por Carlos Mariano Nin

Alguna vez escribí sobre esto y, la verdad, no deja de sorprenderme.

La tecnología cambió nuestras vidas, al comienzo parecía que sería lento, pero con el correr de los tiempos se precipitó y ya nada volvió a ser como era. No hay dudas.

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Hoy, tener un teléfono inteligente es quizás la más inteligente necesidad. Directorio, internet, portafolio y hasta la información del momento en un solo lugar, al alcance de un click. Desde pedir una pizza hasta comprar un auto del otro lado del mundo.

Los celulares son parte de nuestra vida.

Parece que fue ayer que la red 1G se hizo realidad. Fue la tecnología que en los primeros celulares nos permitía hablar. Luego, con el arribo de la tecnología 2G se pudieron mandar los primeros SMS; nosotros, los más viejitos, solo lo habíamos visto en las películas.

Pensamos que era lo máximo, pero entonces llegó la tecnología 3G. Así nació la conexión a internet impulsando el nacimiento de los teléfonos inteligentes, tampoco se detuvo. El 4G, una tecnología basada completamente en protocolo IP, nos permitió experimentar la banda ancha a mayor velocidad.

Y hoy estamos experimentando el salto hacia el 5G, que según los expertos contribuirá con 2,2 billones de dólares a la economía global en los próximos años, con sectores claves como la industria, los servicios públicos, financieros y salud, y una mayor cantidad de dispositivos conectados, lo que elevará el número total de suscriptores de internet móvil en todo el mundo a 5.000 millones en el 2025, según el Ing. José Manuel Reinoso, presidente de la Asociación de Ingenieros del sector de las telecomunicaciones.

En Paraguay, de los 4,61 millones de internautas, el 54% utiliza dispositivos móviles como el principal equipo para acceder el mundo digital, el 45% utiliza PC o laptop y 0,3% tabletas, según el sitio especializado We Are Social.

Es bueno. Nos subimos a la calesita del progreso y acompañamos el crecimiento. Pero a veces pienso que la tecnología nos está deshumanizando. A medida que avanza la tecnología, crece nuestra soledad.

Hoy tenemos 5 mil amigos en Facebook, miles de seguidores en Twitter o Instagram, y nadie a nuestro alrededor. Les pasa a los niños, a los jóvenes, a los adultos.

La red nos consume y nos enreda. Tanto que hoy es difícil separar la realidad cotidiana de la realidad virtual.

En estos días hubo un accidente en pleno centro. El choque fue violento y la situación me llamó la atención. La gente se acercaba con el celular en mano. Muchos sacaron fotos y otros tantos filmaron, pero pocos se preocuparon por los accidentados.

Las imágenes fueron transmitidas en vivo a las redes sociales y crecieron los “me gusta” y los comentarios. Poco después del brutal incidente, muchos lo comentaban desde la casa, la oficina o el colectivo. Es preocupante. Nos estamos vaciando de humanidad.

Las relaciones personales sufrieron una transformación y no somos capaces de entenderla.

Las máquinas no podrán suplantar nunca las emociones, podemos perdernos en un mundo maravilloso, pero no encontraremos afectos ni sentimientos. Esa es la realidad. Lo demás… es solo una ilusión.

Pero sí, esa es… otra historia.

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