El prolongadísimo aislamiento social argentino que dispuso desde el pasado 20 de marzo el presidente Alberto Fernández, además de ser –junto con la también interminable negociación de la deuda pública en default desde setiembre del 2019– uno de los dos activos políticos del jefe de Estado, comienza a ser además eje del debate político opositor que, como el oficialismo, también sabe que, antes que finalice este año comenzarán a definirse los lineamientos generales, en cada sector, de las que serán las elecciones parlamentarias en el 2021.
En las últimas horas, Miguel Ángel Pichetto, ex candidato a vicepresidente con la coalición electoral Juntos por el Cambio que lideraba Mauricio Macri, que obtuvo el 41% de las voluntades electorales, sostuvo –como problema– que “el pobrismo” que avanza en la Argentina “es una construcción” definida “desde la usina ideológica del Vaticano” y que la actual crisis es resultado del “gobierno de los epidemiólogos”. Una vez más la actividad política en la Argentina suele operar como una multiprocesadora. Sin embargo, como si los años de la guerra fría y las bipolaridades no hubieran pasado, oficialistas y opositores comienzan a delinear y expresar, en algunos casos, el debate que viene, pero que ya está. Cuando las estadísticas sanitarias dan cuenta que SARS-COV-2 produjo en este país poco más de 3.000 muertes, con casi 160.000 infectados y poco más de 70.000 recuperados –a la luz de las encuestas que desde varias semanas dan cuenta del agotamiento social que produce el aislamiento, más allá del miedo al coronavirus– las oposiciones levantan, como bandera, la necesidad de poner cuidadoso fin a las medidas aislantes que Alberto F. aplica por decreto de necesidad y urgencia, en nombre de la recuperación económica que, en el coincidente análisis de algunos sectores, se iniciará en el mismo instante en que caigan las restricciones que mantienen una buena parte de la economía inactiva.
Pero, más allá de esa expresiones opositoras que se escuchan cada día con más frecuencia, Pichetto se mueve en ZOOM con alto promedio de concurrentes a sus charlas en salas virtuales, para explicar la necesidad de “terminar con el pobrismo para recuperar la cultura del trabajo”. Pichetto, levanta su dedo acusador en ese sentido y responsabiliza al papa Francisco de favorecer “el pobrismo” y denuncia que “el Episcopado (argentino) jugó la campaña (en las últimas presidenciales) en favor del Frente de Todos” que, incluso, su fórmula (Alberto F – Cristina Fernández) recibió una bendición”. En ese contexto sostiene que “el pobrismo es una construcción cultural definida claramente desde la usina ideológica del Vaticano, una visión del Papa de que la Argentina tiene que ser más pobre pero más justa.
Una visión descendente, en el sentido opuesto al de la clase media. Esa es la visión de Francisco”. Miguel Ángel Pichetto, con medio siglo de trayectoria en el peronismo, criticó también al “gobierno de los epidemiólogos” de “estos fanáticos de la salud que ha condenado a la Argentina, que era un país frágil, a una crisis profunda” en el que, según su análisis, “para fin de año la pobreza estará en torno de los 50 puntos” con “una pérdida cercana al millón de puestos de trabajo” porque “lo único que ha conseguido el comité de expertos es generar miedo para mantenernos a todos dentro de nuestras casas”, como consecuencia del aislamiento.
Sus críticas alcanzaron también a Alberto Fernández al que considera “un presidente débil” y precisó que “el poder lo tiene la vicepresidenta (Cristina Fernández) y sobre esa base se construyó este gobierno: sobre los votos y el poder de Cristina”. En alguna medida, sobre la presunta debilidad de Alberto F., Pichetto podría coincidir parcialmente con Cristina F. Según revela ayer el colega Ricardo Kirschbaumen el diario Clarín, “en la intimidad (lo que piensa) la vicepresidenta (es que) no es ejecutivo, no tiene plan, no tiene norte”.