En estos días se cumplen cinco años de la visita del papa Francisco al Paraguay. Recuerdo que la primicia de su venida en el 2015 la habíamos dado en enero de ese año en Radio Uno, cuando desde Roma, el padre Aldo Trento llamó al colega Cristian Cantero a dar la noticia luego de haber sido recibido por el Sumo Pontífice en una audiencia general en el Vaticano. “Nos vemos este año en Paraguay”, fue lo que le había dicho el Santo Padre al sacerdote italiano y unos meses después, se confirmó la visita oficial a estas tierras en coincidencia con el viaje apostólico a Ecuador y Bolivia.

Aún resuenan ecos de aquel momento tan importante en la historia de nuestro país, al igual que cuando nos había visitado San Juan Pablo II, en mayo de 1988 que también marcó un antes y un después para la democracia de nuestra nación, puesto que, representó el golpe de gracia a los años de dictadura que estaban llegando a su fin.

La cercanía del papa Francisco con el pueblo paraguayo le dio un sabor especial a su presencia, ya que, como él mismo lo expresó, se sentía como en casa en esos días: “No es difícil sentirse en casa en esa tierra tan acogedora. Paraguay es conocido como el corazón de América, y no solo por su posición geográfica, sino también por el calor de la hospitalidad y cercanía de sus gentes”, mencionó el Sumo Pontífice.

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Por eso estoy convencido que esta vez, el Papa no vino a anunciar el fin de ninguna dictadura, sino vino más bien a confirmar la fe del pueblo paraguayo que recibió la bendición de lo más alto, lo cual es evidente en estos días en que todo el mundo sufre las consecuencias de la pandemia por el covid-19 y, sin embargo, podemos decir que nuestro país cuenta con la gracia divina (por ahora), pues si dependía de la gestión de sus autoridades, esto sería una catástrofe.

Tal vez fue por eso que Francisco dijo: “Paraguay no está muerto, gracias a Dios. Porque un pueblo que vive, un pueblo que no mantiene viva sus preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de la aceptación pasiva, es un pueblo muerto. Por el contrario, veo en ustedes la savia de una vida que corre y que quiere germinar. Y eso siempre Dios lo bendice. Dios siempre está a favor de todo lo que ayude a levantar, mejorar, la vida de sus hijos. Hay cosas que están mal, sí. Hay situaciones injustas, sí. Pero verlos y sentirlos me ayuda a renovar la esperanza en el Señor que sigue actuando en medio de su gente” (encuentro con representantes de la sociedad civil).

Pero, esta cercanía hacia el Paraguay no es casual. A lo largo de su vida, primero como sacerdote y luego como arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio aprendió a valorar la riqueza cultural y la tradición religiosa de este país evangelizado por los jesuitas, cuyo principal legado está en el idioma guaraní. Esto se hizo evidente en las celebraciones litúrgicas que presidió el Papa en Paraguay en las que –a pedido suyo– se rezó la oración Ore Ru (Padre Nuestro en guaraní). Este legado cultural y religioso está en la atmósfera histórica del Paraguay y fue evidente durante la estadía del Papa en estas tierras.

Por eso, quisiera volver a retomar algunas frases de sus discursos más memorables como: “No tengan miedo de dejar todo en la cancha, jueguen limpio, con todo. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí. No busquen un arreglo previo para evitar el cansancio, la lucha. No coimeen al referí” (mensaje para los jóvenes) o cuando expresó: “Los pobres tienen mucho que enseñarnos, en humanidad, bondad, sacrificio, solidaridad”.

También caló hondo el mensaje dado a las mujeres paraguayas en la misa de Caacupé: “Ustedes: mujeres y madres paraguayas, han sabido levantar a un país sumergido por una guerra. Ustedes tienen la genética de aquellas que reconstruyeron la vida junto a María. Han vivido situaciones muy difíciles. Ustedes, impulsadas y sostenidas por la Virgen, siguieron creyentes. Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América”.

Sin dudas, la visita del papa Francisco ha tocado en lo más profundo el alma del pueblo paraguayo que tiene por delante el desafío de hacer realidad cada uno de los mensajes lanzados por el Sumo Pontífice, para hacer definitivamente de este, un mejor país. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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