Por Eduardo Pipó Dios

Mucho se habla de “patriotismo”, o más bien, se le pide ese patriotismo a las autoridades cuando asumen y cuando ejercen el poder que les otorga, en teoría, la mayoría del pueblo. No es una palabra que me guste mucho, porque suena muy lírica o retórica, no sé bien por qué me suena así. Creo que el “patriotismo” se acabó en gran parte allá por 1935, y aunque ha habido gestos y actos patrióticos de unos pocos en los años posteriores, no han abundado ni por asomo.

Entonces, pienso que deberíamos pedirles, al menos, un mínimo de decencia y vergüenza. Sabemos que la mayoría, la gran mayoría, llega a la política o a la función pública para lucrar, para ganar plata o poder, mejor si son las dos cosas, ya que ese poder, generalmente, busca para ganar plata. Ahora, hay, o debería haber al menos, un límite para todo. Todo tiene un límite, no solo la paciencia sino la angurria, la ambición, la glotonería por el dinero, al menos, repito, debería tener.

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Esta inédita pandemia del covid-19 nos mostró lo mejor y lo peor de nosotros. Lo mejor, en la generosidad, la solidaridad, la seriedad y el respeto de las medidas, acertadas por cierto, indicadas por las autoridades de Salud, de una gran mayoría de los ciudadanos de este país. Por supuesto, no faltan los soretes de siempre que no ven más allá de su ombligo y los mononeuronales que no entienden luego nada, pero en general podemos estar tranquilos que los buenos y medianamente pensantes y conscientes siguen siendo mayoría en la población.

Por el lado de lo peor, aparte del cretinismo y el egoísmo de unos cuantos, hemos visto que, a ciertas autoridades, les pasó por la tangente el tema de la emergencia, de los compatriotas carenciados, de los empleos perdidos o suspendidos, de los nuevos pobres y de la falta absoluta de capacidad de respuesta sanitaria que tenía el Gobierno a principios de marzo, cuando entramos en este túnel, sin final, por ahora, a la vista.

Desde el vamos, los pillos y peajeros, los grandes hijos de puta de siempre, se frotaron las manos y se pusieron como único objetivo robarse todo lo que estuviera a su alcance, sin preocuparse en lo más mínimo, por, al menos, dotar de las más básicas condiciones al sistema, por llamarlo de alguna manera, sanitario de este pobre país, de modo a que cuando se venga lo peor, que sigamos rogando que no venga nunca, tengamos menos muertos que los que, en esas condiciones, y por lo visto en estas también, porque no varió nada, seguramente iríamos a tener.

Explotó la cloaca, de mano de algún sector solitario de la prensa, algún “garganta profunda”que se animó a cantar la justa y estalló el mundo. Se cayó el gran negociado de la mano de los Ferreira, Melgarejo, Silva y otros próceres, algunos de los cuales siguen firmes y con rostro de piedra ejerciendo los más importantes cargos sin inmutarse.

Optamos por creerle a Mazzoleni, que había pecado de ingenuo y había sido una “víssstima” de los tiburones angurrientos que lo rodearon. Entró, cuándo no, la vieja y confiable de Marito, una supercomisión con el sheriff Giuzzio a intervenir en las compras de Salud. Hasta ahí todo fantástico, se compraría bien, se priorizaría lo nacional, se buscaría calidad, se importaría o se comprarían los importados de empresas serias y con historial de responsabilidad. Nambre luego, parecía increíble, pero nos emocionamos todos.

Y ahora, luego de más de un mes ya otra vez de la entrada triunfal de la supercomisión al ruedo y casi 4 meses de cuarentenas inteligentes y de las otras y demás esperas, seguimos en la misma. Lo que hay en plaza son donaciones, de los eternos y estoicos taiwaneses que nos siguen bancando, algún otro país amigo en menor medida, y el sector privado. De los 500 millones de dólares destinados a Salud, para equipamiento, hecho inédito en la historia de la salud pública nacional, se usaron 2,5 para un anticipo, que si Dios, la Virgen, todos los Santos y Chiquitunga nos ayudan podremos recuperar alguna vez, y 70 mil dólares en no sé qué chiquitaje. Ahora apareció una compra medio dudosa hecha a través de la OPS, que genera más dudas que confianza, otra vez se habla de sobreprecios y de mala calidad, ya no creemos mucho tampoco, qué quiere que le diga, la paciencia es un producto bastante en falta en el mercado nacional.

Ahora bien, si los importadores de insumos y equipamiento hospitalarios, los serios, los que están hace años en el mercado, los que tienen empresas hechas y derechas, se quejan del ninguneo absoluto del ministerio, reclaman que cuentan con stock de todo lo que hace falta, aseguran que sus precios son tan o más competitivos que los de los misteriosos brokers de la OPS, y ni qué decir, las industrias locales, que pagan impuestos, invierten y, por sobre todo, y principal, todos ellos DAN TRABAJO, o sea utilizan en menor o mayor medida mano de obra paraguaya, ¿POR QUÉ CARAJOS, ME PREGUNTO YO, NO FUERON Y LES COMPRARON TODO LO QUE HABÍA? Y después veamos ¿qué nos consigue la OPS, la OMS y los chinos delincuentes que les proveen a estos? ¿Cuál es el gran inconveniente de comprar acá, lo que ya hay? ¿No era que estábamos apuradísimos? ¿No era que nos preocupa el empleo de los paraguayos? ¿No era que había que apoyar la industria nacional?

La caridad debería empezar por casa, aunque sea un poco más caro, inclusive, cosa que ni siquiera sería así. Parece que hay miedo de “pedir el diezmo” a los locales, porque somos pocos, nos conocemos y todos tenemos celular con camarita. Y allá por China, los chicos de la OPS y la OMS son más accesibles a la hora de las propinas. No sabemos con certeza, pero desconfiamos bastante, como decimos acá… “a maliciá” que la cosa viene por ahí.

Basta de comisiones, de las que están formadas por gente que no sirve para nada y sobre todo, de las que se cobran. Hagamos gua’u como que son patriotas y dejemos de joder antes que la gente termine de hartarse y los cuelgue de las b…otas.

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