Por Pablo Alfredo Herken Krauer

Analista de la economía

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¿Qué es crecimiento?: cuando la economía produce más que antes. ¿Qué es estancamiento?: cuando la economía produce lo mismo que antes. ¿Qué es caída económica?: cuando la economía produce menos que antes. ¿Qué es recesión?: cuando la economía produce mucho menos que antes durante un largo tiempo, las empresas se achican, bajan ingresos de sus trabajadores, y los despiden, invierten menos, se endeudan y no pocas se cierran. ¿Qué es depresión?: todo lo anterior pero muchísimo peor, con una realidad más grave: masivo desempleo y subempleo, pérdida fuerte del ingreso y del ahorro en las personas, ventas casi nulas, empresas desaparecidas, con un consumo pobrísimo, y el detalle más importante: si lo veías a tu vecino desocupado, ahora tú también estás sin empleo. Por eso estás deprimido. ¿En cuál escenario estamos nosotros? Estamos en recesión aguda con el ánimo muy deprimido. Por menos trabajo, bajos ingresos, mercados algunos cerrados y todos debilitados, y gran ansiedad y desesperación por el mal momento, y mucha preocupación por el ¿futuro? cargado de incertidumbre en el que prácticamente nada está indefinido; la gente que puede consumir, consume lo mínimo indispensable; y si puede, ahorra. En la vereda del frente, los que quieren vender más, venden poco. Un querido profesor alemán me dijo en una oportunidad que es “aquí” que aparece la tortuga que consume ventas: después de una profunda crisis cuesta enormemente que se consuma como antes, ergo, que se venda más. Todo se da a pasos de tortuga.

En el cuadro que acompaña mi escrito podrán observar cómo en prácticamente todos los países latinoamericanos sus economías están experimentando el fenómeno de la deflación: los precios de las cosas que se venden en vez de subir, bajan, como en nuestro país, que en mayo registró un bajón de precios del -0,6%, en lo que va del año otro bajón acumulado del -0,4% y en el período que llamamos interanual o de 12 meses (mayo 2019 a mayo 2020) la suba fue de solo 0,7%. Ya en abril la deflación del -0,2%. Dos meses con precios bajoneados. Y terminamos el 2019 con una inflación del 2,8% después del 3,2% en el 2018. El precio de lo que se quiere vender baja porque la gente compra menos, porque su capacidad de consumo también baja. Es preferible vender “algo” perdiendo que no vender. Solo El Salvador y Costa Rica tienen un bajón de precios peor que el nuestro. Y Ecuador detrás nuestro en cuarta posición. Con una aclaración: hay tres economías dolarizadas (el dólar yankee es su moneda, como para nosotros el guaraní, desde 1943), la panameña, la ecuatoriana y la salvadoreña. Paraguay siempre se ha caracterizado por tener bajas tasas de inflación, y nunca sufrió tragedias de hiperinflación. En el extremo de lo aceptable está lo inaceptable de los casos de Argentina y Venezuela.

En concreto: en una economía desinflada en recesión aguda, con ánimo deprimido, que por ello podría empeorar, los precios bajan por el final de una larga cadena de hechos negativos: la gente consume menos, compra menos, y se vende menos. La tortuga que consume ventas aún tiene un largo camino por recorrer en nuestro país, como en casi todo el mundo. Para no caer en un círculo vicioso, hay que construir un cuadrado virtuoso: cuidar a las empresas, frenar el desempleo, cuidarlo y buscar el empleo, cuidar la eficacia y eficiencia de lo que haga el Gobierno para amortiguar los golpes (obras, subsidios, incentivos fiscales), y armar paquetes financieros (banca pública y privada) para rescatar empresas y congelar las deudas hasta que el consumo renazca. ¿Hay costos? Sí. Los tiene que asumir el Gobierno. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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