Por Carlos Mariano Nin

Hoy te voy a hablar de Santiago. Trabaja en una empresa de seguridad. Gana sueldo mínimo (un poco menos de dos millones doscientos mil guaraníes) por entre 12 y 14 horas diarias que cumple religiosamente todos los días en un supermercado. Tiene tres hijos y una esposa que le reclama todos los días que el sueldo no alcanza y el hambre no puede esperar.

La situación, que de por sí ya era difícil, empeoró cuando se desató la pandemia y su señora tuvo que quedarse en casa. Se rebusca, hace changuitas que escasean por la psicosis y el miedo que meten las noticias. Sabe que violar la cuarentena no es bueno, se preocupa por su familia, pero ¿qué puedo hacer? dice resignado.

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Poco le interesan las noticias. Su objetivo es llevar la comida y mantener los servicios básicos, fue exonerado por la Essap, pero irremediablemente estafado por la Ande. Muchas veces apenas llega a fin de mes prestando plata de sus compañeros para el pasaje.

No pudo acceder a ningún programa social, dice que es perder el tiempo esperando algo que no se sabe si va a llegar.

Santiago vive en todos lados. Es mi vecino, el hombre del frente, tu amigo, tu hijo, tu padre…

Algunos Santiago sobreviven con menos, otros con un poco más, pero todos con casi los mismos problemas.

Ayer la ministra de Trabajo, Carla Bacigalupo, aseguró que la situación económica y laboral está mejorando al 100%. La escuchó Santiago en la radio y le pareció un chiste de mal gusto.

A veces creo que nosotros y nuestras autoridades vivimos en países separados. Allí está uno en el que se aglomera la gente trabajadora y sacrificada, y del otro lado está el otro, donde nuestras autoridades construyeron un muro imaginario que no les permite ver la realidad y ostentan el bienestar del que carece la gran mayoría.

Pero bueno, es fácil hablar desde la comodidad de un salario público desopilante que se alimenta de créditos que terminan pagando los Santiago.

En nuestro país los salarios públicos se llevan casi el 80 por ciento de la recaudación prevista en el Presupuesto General de la Nación.

Es por eso que hoy no hay terapias, ni batas, ni siquiera tapabocas, claro, esto al margen de las irregularidades, que tienen al sistema de salud al borde del colapso, jugando sutilmente con la suerte de la gente y bailando al borde del precipicio.

Pero volvamos a nuestro Santiago. Habla poco, pero tiene una transparencia a toda prueba. Su decencia desentona con el ambiente contaminado del día a día. Pero es su opción. El trabajo lo mantiene alejado del sucio mundo que lo rodea.

Pero en realidad es invisible. No es respetado por la sociedad ni reconocido por ella.

Santiago es la contraparte de la desprestigiada clase política y empresarial que maneja los destinos del país. O al menos de la mayoría. Ese clan privilegiado que asegura el trabajo de su familia, hace negocios con el Gobierno, rapiña nuestros recursos y tiene garantizada la impunidad.

Hace un tiempo en el programa “La caja negra” que se emite por un canal de cable local, el periodista Jorge Torres revelaba que la empresa Insumos Médicos Sociedad Anónima (Imedic SA), vinculada al empresario Justo Ferreira y su hija Patricia, montó un esquema para introducir medicamentos oncológicos y para pacientes en terapia intensiva, que le permite burlar los controles de Vigilancia Sanitaria.

El esquema montado por este grupo de empresas incluye hasta la falsificación de facturas para saltear los controles sanitarios y, así, introducir toneladas de medicamentos que terminan siendo aplicados en IPS y en los hospitales públicos. No solo es ilegal, es criminal. Es parte de lo que recibe Santiago a cambio de sus impuestos.

Pero Santiago vive en su mundo. En ese que no vemos, pero lleva adelante el país: el del trabajo.

Hoy está golpeado, al igual que el resto, pero se va a levantar, tiene esos valores del paraguayo de adentro. Sabe que la justicia no nos atiende a todos por igual y sin embargo, se mantiene decente. Firme en sus convicciones. Esperando el momento de alzar su voz.

A Santiago no lo va a matar el coronavirus, ese virus ladrón del cual están contaminados los corruptos, porque no solo es una enfermedad, es la excusa perfecta para robar, y para el cual se está gestando la vacuna en el descontento. Y en este caso, lo puedo asegurar, el remedio será peor que la enfermedad…

Pero esa, es otra historia.

Etiquetas: #virus#Ande#IPS

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