- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- Twitter: @RtrivasRivas
La pandemia por el covid-19 crece. La negociación de la deuda soberana en default desde septiembre del 2019 aún no termina. El gobierno argentino y los tenedores de bonos negocian con firmeza. Quieren perder lo menos posible. Las tensiones internas en la coalición de gobierno se tensan aún más. En las 46 palabras precedentes se comprimen los títulos más relevantes de la situación en este país en el que su presidente, Alberto Fernández, ha prolongado la cuarentena –“aislamiento social”– hasta el 7 de junio.
Cov-Sars-2 es la única de las graves situaciones que transita esta sociedad que tiene evidencia pública de seguimiento constante para planificar y gestionar acciones gubernamentales para mitigar sus efectos que parecerían ir en inevitable aumento. En el momento de escribir esta columna, los números de la tragedia dan cuenta de 11.353 “afectados”, 7.173 “infectados activos”, 732 “recuperados”, y 448 “fallecidos”. Estos datos se incrementarán. El único debate de relevancia en esta verdadera amenaza para la salud pública que para resolverla carece de tratamiento o vacuna es, justamente, el confinamiento y sus características. Encierra, en sí mismo, un dilema que atenaza al jefe de Estado: vida vs economía. La sociedad, aunque con menos intensidad que al inicio de las acciones protectivas de la salud, apoya a Alberto F. y ese acompañamiento se traduce en el crecimiento hasta el 46,64% del indicador de “optimismo político” que mensura la consultora Management & Fit que dirige Mariel Fornoni. La evaluación social de la gestión gubernamental, según otro consultor, Ricardo Rouvier, arroja un “positivo consolidado” de 37,7% que emerge de restar al 67,9% de “positiva” el 29,3% de “negativa”. No le va mal.
En lo que tiene que ver con la deuda pública, el ministro de Hacienda, Martín Guzmán, luego de largas semanas de palabras y actitudes de dureza devino en, por lo menos, posiciones semiblandas. Los bonistas, también, aunque desde el pasado viernes la Argentina se encuentra en “default selectivo”, un tecnicismo para que los que saben de economía vistan de seda el “paga Dios” que es el tercero del siglo XXI y el noveno desde 1827. Es probable que por esa razón, el indicador “optimismo económico” de Fornoni, se ubique en 32,1%; el de “expectativa económica” –el futuro de la economía– en 34,7%; aunque el 29,4% del universo al que sondea Management & Fit es “optimista” respecto de la “economía actual”.
En lo que hace a las tensiones al interior de la coalición de gobierno la situación no deja de ser preocupante. Es necesario comprender, primero, y asumir, después, que no es el peronismo el que gobierna, sino que aquella coalición electoral exitosa, el Frente de Todos –integrada por algunos fragmentos del movimiento fundado por general Juan Perón y Unidad Ciudadana, un partido con raíces en el conurbano bonaerense, en algunas organizaciones sociales y de buena sintonía con el Movimiento de Curas Villeros –originado en la Iglesia católica allá por los años ’60 del siglo pasado– y es esa heterogeneidad ideológica la que genera desacuerdos inmovilizantes que también padeció el presidente Mauricio Macri (2015-2019), titular de un gobierno en el que aparecían coaligados la Unión Cívica Radical (UCR), integrante de la Internacional Socialista (IS), sectores del peronismo, liberales e independientes. La sociedad mira, analiza y se preocupa. Este más de lo mismo de siempre, frustra y paraliza. Palabras y expresiones concretas que en la historia reciente fueron vaciadas de contenido dejan de tener significado real. Proponer “Juntos” y “entre todos”, si los líderes no demuestran comprender que ceder no es conceder, sino que importa ceder-con frente a problemas que desvelan, paralizan y degradan a esta sociedad en crisis es demandar esfuerzos colectivos para ejercicios de suma cero.