EL PODER DE LA CONCIENCIA

Hace apenas tres meses y cuatro días, el 5 de febrero pasado, el mundo se alarmaba porque según el recuento de datos, ya se habían confirmado “más de 200 casos” de la nueva enfermedad fuera de China.

A pesar de que la OMS no había declarado al nuevo coronavirus como pandemia, la enfermedad alcanzaba 27 países con Tailandia a la cabeza, con 25 positivos; Singapur (24); Japón (23); Corea del Sur (16), etcétera. La lista mostraba que Alemania era el país europeo más “castigado” puesto que tenía 12 casos y más atrás se encontraban Francia con 6, Italia con 2, España con 1 y Bélgica con 1. Eran tiempo de felicidad. Nadie imaginaba lo que sucedería.

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Para el mundo, el problema estaba en China, que hasta entonces informaba de 24.300 contagiados y la mayoría de las 490 víctimas fatales provenían de Wuhan. América parecía un continente inexistente como antes del descubrimiento de Cristóbal Colón, a excepción de Estados Unidos, que había importado 11 ciudadanos contagiados y que los pondría en cuarentena. Aparentemente la situación estaba controlada...

Hoy América existe, y mucho, lastimosamente. Esos 11 repatriados hoy tienen más de 1.259.000 “colegas” contagiados y el país del norte acusa más de 76.000 fallecidos. Por lejos es el país que más víctimas fatales inscribe en esta pandemia.

Es algo difícil documentar un relato cuando los datos cambian a cada segundo. Una cifra dada hoy, a las 24 horas queda desfasada. Por eso, los lapsos deben ser más amplios y considerar las estadísticas por meses y no por semanas o días.

El número de muertos a causa del nuevo coronavirus ya no es 490 como hace tres meses, sino 270.404 y la cantidad de infectados no son 24.300, sino que 3.871.718 y sigue subiendo aceleradamente.

El actual Top 20 dejó atrás a China, que hoy ocupa el lugar 11 con 4.637 fallecidos y casi 84.000 contagiados. Actualmente el número uno es Estados Unidos y el segundo lugar ocupa el Reino Unido con unos 30.000 fallecidos y 208.000 contagiados, es decir, menos de la mitad de muertos que en EEUU y 6 veces menos en cantidad de infectados.

Italia (29.958), España (26.070) y Francia (25.809) ocupan el tercer, cuarto y quinto lugar respectivamente. El sexto lugar es nuestro problema: Brasil.

El gigante sudamericano que tiene fronteras con Paraguay reporta 9.265 muertos y más de 136.000 contagiados. En pocas semanas fue escalando posiciones y se prevé que en poco tiempo ocupe el primer lugar del ranking por varios motivos, entre ellos la inadecuada política de confinamiento social aplicada por el presidente Jair Bolsonaro, el deficiente sistema sanitario que detenta el país, sin contar con los millones de personas en situación de vulnerabilidad, pobre, hambre, lo que los convierte en presas seguras del mortal virus. A tal punto llega la irresponsabilidad (lo menos que se puede decir) del mandatario, que para hoy tiene previsto hacer un asado para 30 personas.

A Brasil le siguen en orden decreciente: séptimo Bélgica (8.339, 50.781), octavo Alemania (7.275, 168.162), luego Irán, Holanda, China, Canadá, Turquía, Suecia, México, Suiza, India, Ecuador (lugar 18), Rusia y Perú (puesto 20).

Para mañana estos lugares habrán cambiado y lo más probable es que los países sudamericanos suban algunas posiciones, sobre todo teniendo en cuenta que en Europa la cresta de la ola fue superada o por lo menos alcanzada y los ciudadanos comienzan lentamente a salir del confinamiento. Sin embargo, en esta parte del planeta, “lo peor” aún está por venir.

Brasil está desbordado. Según varias fuentes, las cifras oficiales no muestran la realidad y deberían ser multiplicadas por 10 o por 20 para tener una idea acabada de la situación verdadera. San Pablo y Río de Janeiro son los focos principales de la pandemia, pero al mismo tiempo suena una voz de alarma sobre Manaos, donde solo 532 fallecimientos fueron atribuidos al Covid-19... pero en abril se reportaron 2.435 entierros. Para muchos, el Amazonas se convierte ahora en la vía de contagio para varios de los 10 países limítrofes de Brasil y la debacle para los pueblos originarios, que no están preparados para la enfermedad.

El epicentro de la pandemia llegó a nuestra frontera. Cada día suman más refugiados que piden asilo y la logística en Paraguay no alcanza para un adecuado tratamiento de la situación.

Y peor, los albergues en los que se reciben a los inmigrantes para realizar la cuarentena se convierten en focos de nuevos brotes, puesto que las medidas sanitarias son muy precarias y no pueden contener el avance de la enfermedad.

Al mismo tiempo que los paraguayos celebran la aplicación de la primera fase de la cuarentena inteligente y exigen adelantar otras fases, el peligro que llega desde el Este es potencialmente mucho mayor y no hay defensa que sirva. La inocente esperanza de pensar en regresar a una normalidad relativa se tropieza con la brutal realidad de que la amenaza se filtra silenciosa e inconteniblemente.

Las personas que huyen de Brasil para no contagiarse aprovechan el bajo nivel del río Paraná y lo cruzan hasta con snorkel. La cresta de la ola va creciendo y es lógico esperar que, a pesar de la heroica resistencia ciudadana, en un par de semanas el resfrío de Brasil se convierta en neumonía en Paraguay.

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