• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista 

Más que por lo propuesto, el miedo viene por la dudosa capacidad de una gran cantidad de ciudadanos de entender la importancia de cumplir con lo establecido.

Ya hemos visto ejemplos antes y ahora, cretinos que se casan y hacen bodas, idiotas que van al parque sin tapabocas, badulaques que siguen pasando los “fines en San Ber” y los clásicos que salen cuando no deben ni necesitan solo para ir al súper a pasear.

También hemos visto la vuelta de los vendedores ambulantes, cuidacoches, limpiavidrios y mendigos de siempre, en sus ya clásicas esquinas, sin ningún tapabocas ni medida de seguridad. ¿Qué pio le vamos a pedir nada?

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Mientras los vecinos de los albergues de los compatriotas repatriados, cual inquisidores liderados por los Tomás de Torquemada del siglo XXI, intentan prenderle fuego, ya que temen que el “coronavirus volador” salga a pasear por el barrio y los someta sexualmente y de paso los contagie de Covid-19. O sea, si los que vienen de Brasil en su gran mayoría son portadores del Covid-19 y, por ende, están en cuarentena en lugares especiales, aislados, con control médico y guardia militar o policial (esto último ya no sabemos si es solo para que no salgan o para que no les prendan fuego o los linchen); pero, pese a quien pese, la Constitución Nacional los ampara y la Constitución es la Constitución.

Además, si no los dejamos entrar, siempre de manera controlada, muchos van a morir en el puente, en el borde del río, o directamente entrarán kañy por alguna zona de frontera seca o metidos de contrabando por algunos inescrupulosos que ya empiezan a lucrar con este tipo de actividad y eso sí sería grave, ya que circularían libremente entre nosotros sin control alguno.

En esta tenemos que darle la derecha al Gobierno.

Dejemos la ignorancia de lado, la que nos hace temer cosas que no deberíamos y nos despreocupa de cosas que sí deberían preocuparnos, como la corrupción reinante en esta pandemia, que mata más que el Covid-19 y con efectos más duraderos sin duda.

Ministros, asesores, directores, presidentes, intendentes, gobernadores y demás ordenadores de gastos llenándose los bolsillos con el dinero que debería comprarnos insumos, camas, respiradores y comida para los que no pueden trabajar o quedaron en la calle.

La ignorancia y la corrupción matan más que el Covid-19.

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