COMENTARIO
- POR MARCOS A. PRONO TOÑÁNEZ, Lic. en Educación, Lic. en Sicología, Máster en Sicología Clínica, marcosprono@hotmail.com, Instagram: marcosprono, Facebook: Marcos Prono
La cuarentena ha arrebatado el espacio de socialización de nuestros estudiantes, niños y niñas, adolescentes y jóvenes. El espacio de enseñanza, y posiblemente aprendizaje, también fue arrebatado; pero la tecnología y buena predisposición de los docentes y los padres son una respuesta eficaz para seguir avanzando este año lectivo 2020. Sin embargo, la socialización no está siendo salvada.
Desde mayo empiezan los padres a salir a trabajar. Las fases de apertura se inician dejando a los estudiantes en sus casas, sin el soporte de ayuda y supervisión que se requiere. Pero por sobre todo, se les deja con mucha menos socialización. Y este sería el punto frágil a criticar, el botón que detonaría un problema de fondo a futuro: la falta de socialización. Esa socialización que es una de las condiciones esenciales sobre la cual se asienta el proceso de aprendizaje y el desarrollo sano de una persona.
Saldremos los padres a socializar, pero los estudiantes no. Escucho, desde mi práctica profesional, a los padres, niños y niñas, adolescentes y jóvenes pidiendo, reclamando, exigiendo hasta el llanto que ya no da gusto. Expresan que ya quieren “ver”, reconocer, encontrarse con sus maestras y maestros, con sus compañeros y compañeras, extrañan “estar” con el otro, sea en la clase, el recreo, el juego a la salida del colegio. Suplican por los encuentros reales con sus amigos y amigas en y fuera del ámbito educativo.
Tres meses sin socializar pasa fácil, seis meses ya puede golpear, más de eso ya lastima suficiente la vida afectiva y relacional de cualquier persona.
Solo me queda imaginar, porque el escenario futuro es incierto todavía. Imaginar que la socialización, la vida en comunidad de nuestros estudiantes, puede ser salvada. Me imagino al final de las fases, que las familias, las madres y padres de niños y niñas, con los cuidados higiénicos necesarios, vuelven a juntar a los niños y niñas en pequeños grupos para hacer tareas, tener un tiempo de juego, comer algo juntos. Que los adolescentes pueden ir a estudiar y pasar unas horas juntos, en la casa de otro compañero o compañera ganar en alegría, compañía y aprendizaje. No en grupos de 30, sino en pequeñas comunidades de socialización.
Estas pequeñas comunidades de socialización deben saber que solo socializan entre ellos, solo se exponen entre ellos, así si hay algún contagio, las acciones de cuarentena y control del contagio pueden ser efectivos y rápidos ya que se conoce a los involucrados. Las pequeñas comunidades de socialización se podrían aplicar a las diferentes condiciones familiares de los diferentes y diversos escenarios sociales y educativos del país.
Imagino y visualizo que las pequeñas comunidades de socialización pueden salvar la necesidad de verse, encontrarse, compartir y colaborar que tienen nuestros estudiantes.
¿Sería esto inteligente?, ¿se podría agregar esta necesidad como parte de la cuarentena inteligente?