• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr Mime

En tiempos Covid, las palabras reinvención y creatividad son las que predominan en todas las áreas de la cotidianeidad. Desde el gastronómico que reinventa su actividad hasta el médico que cambia su manera presencial de atender, todos nos tenemos que reinventar creativamente para vivir el modo Covid que tanto se preconiza de ahora en más y que incluye mucho más que el distanciamiento social y el lavado de manos. A quien quiera escucharme, me lamento constantemente sobre el hecho de que tuvo que venir una pandemia para que nos empujase (no que nos animemos) a dar el gran salto en nuestra actividad diaria, movidos por la necesidad. Y sí, el estómago vacío no aportara glucosa al cerebro, pero sí la dosis necesaria de neurotransmisores para hacer surgir esa cualidad tan poco desarrollada por los paraguayos justamente porque nunca fue incentivada como corresponde: la creatividad.

Nunca hemos enseñado a ser creativos. Nos limitamos siempre a la linealidad del conocimiento sin salirnos de la zona de confort que nos proporciona un power point que ni siquiera renovamos año a año. No nos preocupamos más que de darles trabajos grupales mientras nosotros nos sentamos en el escritorio a leer redes sociales o responder mensajes en nuestro teléfono. El proceso de enseñanza nunca se realizó. Transmitimos contenidos solamente en el mejor de los casos, pero nos olvidamos de lo principal: transmitir capacidades. Lamento comunicarles que eso se terminó, que los profesores deben dejar de ser repetidores o transmisores de contenidos, y convertirse en maestros, inspiradores a emprender la tarea de motivar a sus alumnos de cualquier nivel a descubrir la verdad en la búsqueda o incluso en un patito o un circulito de la enseñanza inicial.

En ese tren de cosas, tenemos el gran salto que implican los medios modernos para dar clases “virtuales”, término mal dicho porque lo virtual, no existe. Yo prefiero llamarlo clases a distancia porque al decir “virtual” eximo de responsabilidad al principal eje sobre el que gira el proceso de enseñanza: el docente. Es él el que tiene que ponerse al frente del proceso, transmitir habilidades con las limitaciones que podría tener técnicamente, pero con las sobradas capacidades que debe haber desarrollado con la tan mentada “experiencia” que hubo ganado en el aula.

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No podemos depender de plataformas tecnológicas insulsas, de canales masificados de transmisión de conocimientos, de aplicaciones hackeables por degenerados que filtran fotos de actos sexuales en clases de niños de parvularia. Hoy en día y más que nunca debemos exigirle a nuestro cerebro toda la creatividad de la que podemos hacer gala. El tiempo que tanto nos hacían perder en la docencia presencial llenando planillas y procesos es un tiempo maravilloso que tenemos en nuestros hogares para poder ser creativos, transmisores de capacidades, inspiradores de cerebros. emocionar para enseñar nos va a convertir en los mejores docentes que podamos imaginar. Reinventarnos a nosotros mismos nos asegurara no perder el trabajo y, por el contrario, que nos busquen y nos soliciten. Esa trillada frase de ser luz en la oscuridad. Enseñamos toda la vida para el lóbulo frontal, para el razonador, para el que decide que guardar en la memoria y que no. Y tenemos el ejemplo “Youtuber” de aquel que no pretende más que hacer pasar el tiempo, introduciendo (sin quererlo casi siempre) contenidos en la mente de nuestros alumnos. Es hora de que dejemos los contenidos en segundo plano, y comencemos de una buena vez a buscar estimular la búsqueda, despertemos la curiosidad y formemos parte del proceso del aprendizaje, metiéndonos literalmente en el cerebro de nuestros alumnos, conociendo cómo funciona y sobre todo, interpretando su emocionalidad en todo tiempo, y más en tiempo Covid.

Es hora del gran salto educativo cerebral. No es cuestión ya de animarse. Debimos habernos animado hace tiempo. Es momento de hacerlo como cuestión de vida o muerte, porque está en juego la salud cultural de una generación completa. Es un hermoso círculo virtuoso del que tenemos que impregnarnos: nosotros debemos crear para enseñar y debemos enseñarle a que sean creativos. No te quedes fuera, docente, profesor, maestro. Subite al carro de la creatividad, rompé los paradigmas, salí de tu zona de confort, no importa la edad que tengas ni el tiempo que lleves enseñando. Desaprende para aprender de nuevo. Tus alumnos más que nunca te lo exigen. Y, como si fuera un juramento de cargo, si no lo cumplimos, Dios y la Patria nos lo demandarán. Feliz Día del Maestro. Hagamos honor a ese título que nos hizo elegir este apostolado que nos tiene de la cabeza todo el tiempo. Nos leemos el sábado que viene.

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