EL PODER DE LA CONCIENCIA

Después de un gran esfuerzo por mantener a raya la pandemia en Paraguay, con mucha esperanza el lunes un sector de la población tendrá “permiso” para salir fuera de su confinamiento e intentar transitar por el camino de una relativa normalidad.

Por un lado, me sorprende ver a la gente en la calle con tapabocas. Me pregunto si será por miedo o por responsabilidad. Esa duda flaquea cuando llegan informaciones como las del menor internado con Covid-19 y -supuestamente- cuyo padre fue a Brasil en Semana Santa, aunque dicen que es mentira.

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También dicen que es mentira que el niño participó de un cumpleaños y que ahora no solo están preocupados y en riesgo de contagio todos los invitados, sino que también aproximadamente 40 integrantes del personal de blanco del hospital que atendió al paciente, que ya se encuentra en cuarentena.

¿Miedo o responsabilidad? Creo que lo segundo es lo que escasea. Pero no es solo acá. También fuera de nuestras fronteras tenemos de ejemplo a varios tarambanas que todo parece indicar que no están bien de la cabeza, como Bolsonaro, que con su volatilidad de pensamiento pone en riesgo la vida y la economía de todos los paraguayos.

Otro que bien baila es su ídolo Trump, que parece un niño enojado y más hace berrinches por acusar a China por la aparición de virus que por asumir su culpa por el desborde de fallecidos en su país. Más le preocupa la reelección que las consecuencias de sus acciones.

Y del otro lado, en lugar de reconocer su culpa, los chinos, replican que porqué tanto escándalo con China por el nuevo coronavirus si cuando surgió el sida en los Estados Unidos nadie dijo nada.

Esa lamentable respuesta, así como la de Trump, esconden grandes mentiras y mucha retórica. Nadie asume su responsabilidad.

Ese es el problema. La responsabilidad. Y desde el lunes será puesta a prueba en Paraguay cuando se implemente la cuarentena inteligente. Así como se proyectan las cosas, pronto el número de muertos por Covid-19 va a comenzar a aumentar. Tal vez nos alcance o tal vez no, pero es hora de hacer balances.

El paraguayo está acostumbrado a pasarse de listo. Si hay cuarentena, hace su negociado; si hay bajante del río cruza nadando; si hay confinamiento, sale a farrear; si la gente se esfuerza, otros quieren vivir sin trabajar. Siempre le busca “la quinta pata al gallo”... hasta que recibe un arañazo. Pero en este caso el arañazo puede ser mortal.

En general, los jóvenes son más arriesgados y tientan a su suerte; sin embargo los que que han vivido más y se acercan a la estación para bajarse del tren sienten miedo. Miedo del juicio final, de morir y que llegue el momento de rendir cuentas... y sobre todo de tener que pagar muchas facturas vencidas.

Muchos que vivieron durante décadas fruto de la mala vida y de hacer las cosas torcidas hoy tienen un fiscal invisible que les busca, por eso no asoman la nariz fuera de su bunker.

De nada les sirven los guardias pagados por el Estado, ni las pólizas de seguros ni los seguros médicos vip. Este sabueso es implacable y no recibe coimas.

El lunes comienza otra etapa y veremos cómo les va a los valientes que salgan a la calle. El virus está. Y va a seguir estando durante meses, o años, así que cuando el martes cuando regrese “vivo” a casa no tendrá mucho para festejar. Incluso es posible que llegue con el Covid debajo de los zapatos y lo reparta a toda la familia.

Pero estemos tranquilos, ya están ampliando las morgues. Cuando menos lo esperemos, el gallo puede cantar.

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