• Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

El coronavirus logró lo que años de transición a la democracia no lograron desde la caída del dictador Alfredo Stroessner: que los políticos se sienten a hablar de la “reforma del Estado”. Hoy necesitamos rectificar años de abusos, privilegios e impunidad y darle al Estado el rol social que debería haber regido siempre su objetivo.

Ante una situación que tiene al mundo de rodillas mejorar el gasto público es la prioridad y parte del engranaje que nos permitirá superar la segunda gran crisis: primero la de salud y luego la económica. El Fondo Monetario Internacional confirmó en estos días que debido al Covid-19 este 2020 el mundo vivirá la peor recesión económica en 90 años. Sí, noventa años.

El FMI explica en su informe por qué esta crisis, que llama “el gran aislamiento”, es inédita: primero, por las pérdidas que provoca la emergencia sanitaria y las medidas de contención, por la incertidumbre “severa y continua” sobre la duración y la intensidad del golpe, y porque en estas circunstancias, el papel que juega la política económica es muy diferente.

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“En circunstancias normales, las autoridades tratan de alentar la actividad económica estimulando la demanda agregada lo más rápido posible. Esta vez, la crisis es, en gran parte, consecuencia de medidas necesarias de contención. Esto hace más desafiante estimular la actividad e indeseable, al menos para los sectores más afectados”, resalta la institución.

Entonces, se cierne sobre el mundo el fantasma del desempleo. La pandemia hará desaparecer globalmente, solo entre abril y junio de este año, el 6,7% de las horas de empleos, lo que equivale a la pérdida 195 millones de puestos a tiempo completo, según la Organización Mundial del Trabajo. Es la crisis más severa desde la Segunda Guerra Mundial. Y en este tablero estamos jugándonos nosotros el futuro.

La reforma no solo abarcará (según esperamos todos) eliminar los pornográficos privilegios de los que gozan algunos sectores de la función pública. Se espera que el gasto público esté orientado a mejorar la salud pública como primer eje, la educación, el servicio civil (lo que implicará cambios en la función pública) y el sistema de protección social, a fin de que podamos beneficiarnos con el gasto que sale de nuestros propios bolsillos.

Hoy la pandemia nos demostró que lejos estamos del país que soñamos. La corrupción en la compra de insumos, el grosero despilfarro de las instituciones públicas y una educación sin rumbo ni objetivos claros nos pone en ese subdesarrollo del que todos queremos salir. Necesitamos estar preparados para situaciones extremas, como la que hoy nos castiga teniendo incluso la suerte de nuestro lado. Necesitamos mejorar nuestro sistema de salud colapsado por falta de infraestructura, insumos y profesionales.

Necesitamos mejorar nuestra educación para que los políticos corruptos no se dividan el fruto de nuestro trabajo y necesitamos estar unidos para exigir que nuestro dinero sea bien invertido. Hoy necesitamos comenzar de nuevo. La historia nos da otra oportunidad. Hoy son… tiempos de cambio. Hoy es el comienzo de una nueva historia. Sé protagonista.

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