• Por Dany Fleitas
  • Editor de Política

Hace exactamente siete días, decíamos acá que Édgar Melgarejo no podía más seguir al frente de la Dinac por haber perdido la confianza de la gente. Este tristemente célebre personaje, quien compró tapabocas a casi G. 30.000, cuando en el mercado local solo se comercializa a G. 3.000, estaba muy presionado y acorralado por la indignación ciudadana y la clase política, quienes al unísono pidieron a gritos al presidente de la República que lo destituya de inmediato. Se fue sin pena ni gloria.

Lamentablemente, no ha pasado una semana y otra vez tenemos que ocuparnos de las denuncias de corrupción en otras instituciones en esta pandemia por coronavirus, cuando deberíamos centrarnos en otros problemas.

Casi calcado, con el mismo olor aunque con diferente “mercadería”, la presidenta de la Petropar, Patricia Samudio, incurrió en el error de hacer una estúpida compra de un lote de agua tónica por pocos millones de guaraníes. Creyó ella que el vital líquido era necesario para el organismo en tiempos de COVID-19, aunque esta burda excusa creo que la hundió más, en pocas horas, por tratar a todos los paraguayos de estúpidos y ahora tiene en las narices a los agentes de la Fiscalía General del Estado hurgando en sus cajones.

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Samudio se tiene bien merecido, pues está abusando de la tolerancia de la gente y de las autoridades desde hace mucho tiempo. Es que desde que asumió es blanco de cuestionamientos y denuncias de serias sospechas de corrupción en la entidad. Desde el vamos, fue sindicada en estar involucrada en dudosas “maniobras” en la compra-venta de combustibles, supuestamente por favores políticos. El rubro que administra, derivados del petróleo en la estatal Petropar, no es poca cosa. Cualquier persona se vería tentada a aprovecharse de la situación ante tamaño flujo de caja, por lo que el lugar requiere que sea administrado por gente honesta y transparente. Estos dos atributos, precisamente, no se perciben en el semblante de la ambiciosa Samudio, quien ya es conocida por hacer gastos superfluos en la petrolera con bandera nacional.

Así como ocurrió con Melgarejo, el presidente de la República no puede mantener a Samudio al frente de Petropar. Primero, por inmoral, y segundo, por pretender burlarse de todos. Lo del agua tónica –¡y su justificación!– es la gota que colmó el vaso. No se trata del monto, que no es mucho, sino del hecho. Con esa plata, de todas maneras, se podría haber comprado alimentos para decenas de familias, que hubieran podido ser alimentadas varias semanas en este tiempo de hambruna en las ciudades y el campo.

Un alfiler que se robe de una entidad pública es un delito tan igual como robar 10, 20, 30, 50 o 1.000 millones de guaraníes. No se puede tocar lo ajeno, que es del Estado. Mario Abdo, así como no le tembló la mano para meter en cuarentena a todo un país, por lo que está siendo aplaudido hasta en otros países, debería tener la misma firmeza para destituir sin contemplación a los funcionarios que incurran en actos de corrupción.

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