• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

Semana compleja para la Argentina. El presidente Alberto Fernández, lo sabe. A la pandemia, se agregaron tensiones bancarias, financieras y económicas, luego que el ministro de Economía, Martín Guzmán, propusiera a los acreedores externos suspender los pagos de la deuda soberana hasta 2023. Del “default virtual” que describió en septiembre 2019 el entonces candidato presidencial Alberto F, hasta el “default técnico” declarado dos semanas atrás cuando Guzmán decidió dejar de pagar a los acreedores internos, crece ahora la posibilidad de que el viernes 22 de mayo próximo se concrete el default real. “Argentina no puede pagar”, declaró el Presidente acompañado de la vicepresidente Cristina Fernández y el jefe de Gobierno de Buenos Aires, el opositor Horacio Rodríguez Larreta.

Se cumplen hoy 31 días de cuarentena por la COVID 19. La sociedad se encuentra agobiada por el aislamiento pero, también, porque percibe claramente que la economía de corto plazo complejiza toda estrategia de supervivencia. Trabajadoras y trabajadores que trabajan a distancia se agobian porque, además, deben, en muchos casos, asistir a hijas e hijos en las tareas educativas que realizan en aulas virtuales, sin estar pedagógicamente preparados para hacerlo.

Desinformaciones e imprecisiones que devienen en angustias de todo tipo meten presión a la emergencia social. En pocos días, el gobierno –formalmente o a través de trascendidos- hizo saber que “el pico de la pandemia” llegará “en la última quincena de abril”, “en la primera quincena de mayo” o, tal vez, “en la primera quincena de junio”. Anunciar ese hipotético incremento del contagio y eventual muerte de miles de personas, justamente por imprecisos mensajes, aumenta la incertidumbre basal individual, primero y, la social después. Alberto Fernández se preocupa.

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Consciente de ello, propone una “cuarentena administrada” con el objeto de flexibilizar unas pocas de las restricciones impuestas para que el aparato productivo, bancario y financiero comience a recuperar dinamismo. El mandatario sabe que el cumplimiento del “aislamiento social obligatorio” –en el país de la “anomia boba”, como categorizaba el sociólogo Carlos Nino a la predisposición argentina al incumplimiento de toda norma- en este contexto, comienza a complicarse ante la idea o realidad de enfermedad, muerte, hambre, desocupación, inflación, inactividad y encierro prolongado hasta el sexto mes del año.

Junio está muy lejos para un tejido social en tensión y un sistema económico y productivo devastado. Complejo para el presidente Fernández que, en soledad, timonea la emergencia mediante decretos de necesidad y urgencia (DNU). Sin que funcione el Parlamento, sabe que fracasos y éxitos son de su exclusiva responsabilidad. El paradigma de Max Weber sobre legalidad y legitimidad lo jaquea. “Hombre de derecho”, como inobjetablemente él mismo se caracteriza, es consciente de que el ejercicio cotidiano del prueba-error recae y recaerá sobre él.

El posible incremento de los indicadores que dan cuenta de pobreza –mediciones preliminares aseguran que llega al 40%- e indigencia, también lo serán. No es bueno que cuando la economía y la salud están en emergencia extrema encontrar la salida dependa solo de la reflexión y decisión presidencial. El panorama de corto plazo impide, incluso, el optimismo moderado. Inflación en marzo pasado: +3,3%.

El precio del dólar norteamericano en el mercado ilegal: $100 por unidad. Emisión monetaria en el mes anterior: poco más de 600 mil millones pesos (unos 9.100 millones de dólares al valor oficial).

La recaudación fiscal merma. Algunas organizaciones gremiales, como es el caso de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), aceptan bajas salariales de hasta el 30% para que las empresas no eliminen puestos de trabajo. Ese tipo de políticas también tiene impacto en el Tesoro nacional. Cae la recaudación para la seguridad social.

Es verdad que quienes tienen poder político en la Aldea Global, como el presidente Fernández, evidencian que tampoco poseen la receta con las soluciones frente a la pandemia y no dan muestras de comprender acabadamente la situación que afecta al conjunto. Se percibe una tendencia al autoritarismo, al nacionalismo, al recorte de las libertades públicas, al abordaje de la situación sin hacerlo desde la perspectiva de los derechos humanos y, esto, complejizará el tránsito hacia la solución y la recuperación que es responsabilidad de todas y todos los que representan la voluntad popular.

“La tendencia de los gobiernos nacionales que buscan sólo proteger sus propias economías a través del proteccionismo y el nacionalismo económico, hará que la crisis pueda ser mayor”, sostuvo el ex presidente español Felipe González en el transcurso de un seminario web del que participó este corresponsal. Críticamente agregó que “cada día vemos más líderes políticos que dan respuestas simples a problemas complejos” y recordó a esos actores públicos que si bien “el error es perdonable, la estupidez, en política no se perdona”. Juan Perón, fundador del peronismo, solía afirmar que “del ridículo, no se vuelve”.

Etiquetas: #Argentina

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