- Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
- Dr Mime
Hoy no voy a escribirles estrictamente sobre el cerebro. Aunque pensándolo bien, sí lo voy a hacer. Porque la comunicación es la principal forma en la que el cerebro alimenta sus capacidades cognitivas, y el contenido de lo que el cerebro recibe, sumado a la elaboración individual de cada persona dentro de su propio “universo personal” donde conviven experiencias previas, preconceptos, paradigmas, credos, convicciones, y sobre todo, muchísima emocionalidad, hacen que el resultado de la comunicación no siempre sea el más favorable a los fines (loables) que tienen los medios en su mayoría, y que tampoco sean saludables para la propia mente de la persona que se ve avasallada por una cantidad de información transmitida sin dosificación, sin verificación, y sobre todo, sin ningún tipo de miramientos por quienes entienden (mal) que compartir todo lo que les llega sin someterlos siquiera al análisis somero de la razón, hacen que sea verdad simplemente porque lo publicó un científico del que no sabemos nada, un medio del que no tenemos certeza que lo haya hecho, o peor, se atribuya falsamente a personalidades que no han dicho lo que dicen que dijeron.
Para nosotros, los que comunicamos noticias médicas, estos tiempos son extremadamente difíciles, porque las “verdades” no lo son, porque lo que era absoluto hace un mes, hoy no lo es, y cómo debemos desdecirnos constantemente siguiendo las directivas de los organismos que son los que transmiten la información veraz y certera (sí, les cuento que la medicina también es vertical y nada democrática, para eso existen los algoritmos de tratamiento que se respetan con rigor casi religioso), pero que en el contexto de lo que estamos viviendo, cambia minuto a minuto. Y como ejemplo les pongo dos casos en los que yo personalmente he “caído” en desdecir lo dicho.
El primero corresponde a lo que decíamos hasta el 10 de marzo de este año, porque la OMS (Organización Mundial de la Salud), nuestro organismo rector a nivel mundial, nos lo transmitía así. Hasta esa fecha, la COVID-19 era simplemente “la gripe de Wuhan”, confinada a una zona lejana de nuestras antípodas, que se manejaba como un resfrío más complejo, con población blanca determinada por edad y comorbilidades, y que estimábamos llegaría a hacerse global en varios meses. Por ende, nos decían que podíamos viajar a todos lados con las medidas de higiene correspondientes. Pero, he ahí que de la noche a la mañana se le dio el status de pandemia y ahí tuve que desdecirme, porque la circunstancia así lo ameritaba. Y lo hace.
El segundo también involucra a la OMS y hace al conocido “tapabocas” que prefiero llamar “mascarilla” porque no debe “tapar solo la boca”. La OMS decía que no hacía falta, que solo los pacientes o quienes los cuidaban, el personal médico y los que podían toser y producir secreciones deberían usarlos. Eso cambió radicalmente hace unos días y ahora sí se recomiendan las mascarillas, para cuando el contacto social es inevitable sin las medidas de protección como en el supermercado. Y de vuelta a desdecirme y explicar lo del “uso racional” que bien definió el ministro Mazzoleni: usarlo cuando el contacto social es imprescindible y la distancia de seguridad no es la mejor.
Esta historia de la COVID-19 nos enseña muchas cosas, pero sobre todo, a ser humildes en cuanto a conocimientos y acciones: todos estamos aprendiendo a lidiar con esto en el día a día. Desde el tratamiento más complejo hasta la comunicación de todo. Lo hacemos los médicos y lo hacen los profesionales de la comunicación. Y la labor es titánica también cuando debemos comenzar a gastar energías en desmentir remedios mágicos que pueden incluso matar más que hacer bien. La pelea contra los “bulos” o “fakes” es titánica, y muchas veces es muy dura, porque tienen más prensa las curas milagrosas que las verdades duras como la que les digo ahora: hasta este momento no tenemos un tratamiento estándar para este mal. Eso vende menos y duele más, no es lo que la gente quiere escuchar. Pero es la verdad.
Puedo seguir hablando un montón de cosas más de la comunicación en tiempos pandémicos. Pero lo hago el sábado que viene, si me permiten seguir estando DE LA CABEZA con todos ustedes. Nos leemos.