“¿Por qué no sube el dólar en nuestro país, Pablo?”, preguntó un whatsappero ayer. Y agregó a su interrogante algo ya sabido: “Porque en muchos países de la región el precio se disparó, como en Brasil y México”. Entre tanto dolor y miedo por la situación crítica que vivimos –por fin inclusive la autoridades oficiales ya hablan sin temor que nuestra economía cae y fuertemente este año: tomando un -1,5% como piso, lo peor desde la recesión del 2000 del -2,3% y suave con respecto al -0,5% del 2012– tenemos una base económica “estable” por haber hecho bastante bien los deberes macroeconómicos desde el 2003 en adelante, deberes a los que muchos poca importancia dan –lo menosprecian incluso– y que permite que una situación económica, si bien dramática para no pocos, no se convierta en tragedia económica, social y política.
La danza del precio de los dólares en la región reafirma a “nuestro dólar” como el menos disparado por lejos, y que tiene su otra cara: la menor pérdida de valor de “nuestro guaraní”. En lo que va del año, el siguiente fue el comportamiento del precio de la moneda norteamericana: Argentina (entre 3,3% y 6,4%, 53% en doce meses o desde principios de abril del año pasado), Brasil (entre 32,7% y 34,5%, 39% en 12 meses), Uruguay (entre 19,5% y 19,7%, 33% en 12 meses), Chile (15%, 30% en 12 meses), México (entre 26% y 36%, 39% en 12 meses), Colombia (14,8%, 30% en 12 meses), Venezuela (72%, 2.450% en 12 meses), y Paraguay (entre 0,5% y 1,5%, 5,5% en 12 meses). Y más de uno preguntará: ¿Vendió el Banco Central del Paraguay (BCP) muchos dólares para calmar a los mercados? ¿Bajaron fuertemente sus reservas internacionales para “controlar” el dólar? La verdad que no, en ambos casos. En marzo pasado, el BCP vendió 88 millones de dólares en el sector privado, después de 52 millones de dólares en febrero y 114 millones de dólares en enero, haciendo un total de 254 millones de dólares. En igual período del 2019, la venta total de dólares sumó 269 millones. Al 3 de abril, las reservas internacionales ascendían a 8.558,4 millones, habiendo cerrado el 2019 con un monto de 7.996,1 millones de dólares, y recordando que el récord fue de 8.840,9 millones de dólares en abril del 2018. Es decir, en vez de bajar, nuestras reservas suben. Y son intocables o inviolables. Es una de las razones principales de nuestra estabilidad. El no haberlas tocado nunca, brinda una base de seguridad importante que genera confianza y credibilidad. En el peor de los casos, en este escenario de crisis global, es nuestra última reserva, la última a la que recurrir en el caso de que lo peor suceda. Es nuestra retaguardia en el combate.
“Aquellas economías que sufran menor devaluación (suba en el precio del dólar) e inflación, con la aplicación adecuada de sus políticas económicas de emergencia, de protección a la gente y de rescate a las empresas, son las que navegarán por aguas menos turbulentas en este período de crisis generalizada del que ningún país se salva, y a su vez, serán las que más posibilidades tienen de una salida lo más rápidamente posible, dentro de un escenario donde nada cambiará para bien de la noche a la mañana, y en el que se impondrá la gradualidad, entiéndase el “poco a poco”, o “paso a paso”, escribía un economista chileno. Y concuerdo, en mucho. Porque un escenario de caída económica con daños hoy – de la marcha en el tortuoso 2020– y mañana, porque la heridas son muy profundas, tener inflación y devaluación lo complica todo, con el alza de los precios al consumidor, importaciones encarecidas y compromisos financieros externos más caros. Ojo: no estoy diciendo que “nuestro dólar” es intocable, que no subirá o no se encarecerá, ni que los precios no irán en alza. Ese mundo mágico no existe. El comportamiento de los precios y del dólar se corresponderá y en mucho según cómo le vaya al mundo y según como logremos aterrizar nuestra política económica de emergencia con resultados favorables.
Sería un crimen de lesa humanidad que teniendo mejor base para resistir los golpes económicos, fallemos como Gobierno y como Estado, por ser incapaces de hacer llegar rápidamente las redes de contención y de salvataje a la gente y a las empresas. Tenemos y tendremos héroes, así como tenemos y tendremos incapaces e inhumanos, de la peor categoría. En mi nota de apuntes en la categoría de los “malos” para el registro histórico ya figura Alejandro Peralta Vierci, la expresión personal del fracaso total de una institución que se borró: el pomposo pero inútil Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicación (Mitic), pese a los 130 millones de dólares que recibió. De esto, o salimos juntos o no salimos. Duele decirlo pero hay que decirlo. DDPHQD.