- Por Marcelo Pedroza
Frente a la pandemia, uno tiene la oportunidad de reencontrarse constantemente consigo mismo. Ese es el desafío del ser racional, el que lleva implícito en todo momento, aunque en el aislamiento se hace evidente y se torna soportable, solo si se lo acepta como tal.
Entonces, una palabra emitida tiene la fuerza que naturalmente posee, así al evocarla impacta en uno como nunca antes lo había hecho; desde ahí comienza la soledad a ejercer una función vital, esa que enseña el valor de todo lo que forma parte de la construcción personal.
Una palabra es la totalidad de la historia que la antecede, de los orígenes que la forjaron, del significado que acarrea, del presente que vive. El silencio también existe en las palabras, tiene las manifestaciones del eco que generan. Estar en casa es estar con uno mismo y con las palabras con las que habita.
Frente a esta pandemia, el reencuentro supera el universo del yo y se expande al entorno, al mundo del otro, al del conjunto que conforman los demás; al tejido emotivo en donde se halla el afecto grupal, el territorio cultural, la figura emblemática de las raíces; al sentirse parte de un lugar, de una comunidad, de una multiplicidad de vínculos con y junto al prójimo.
Hay palabras que ayudan a reencontrarse a sí mismo y sirven para fortalecerse en tiempos como este, ellas tienen en su destino forjar emociones y vivenciar sentimientos, los cuales están impregnados por los significados de quien los percibe a través de sus sensaciones. Por consiguiente, la elección es libre e individual. No obstante, fluyen las universalmente constituidas para darse aliento, allí surgen los beneficios de tenerlas presente, de hacerlas compañeras cotidianas, de dimensionar la influencia que generan en uno, tales pueden ser: conciencia, atención, aceptación, comprensión, compromiso, dedicación, responsabilidad y admiración, son algunas de las innumerables palabras que requieren del encuentro práctico en el día a día. Pensarlas, decirlas y vivirlas, exige coherencia.
En el reencuentro íntimo se fortalece la subjetividad del ser, aunque es poderoso el efecto que produce hacia el exterior en donde habita; por eso, la conciencia de protegerse es elemental para atender lo que se hace, para aceptar lo que se vive, para comprender que uno es el otro y el otro es uno, cumpliendo el precepto que indica el compromiso de todos. Cabe destacar que la dedicación responsable del próximo es susceptible de admiración, y la misma se materializa por medio del silencio general, que contiene ecos que transmiten aprecio, solidaridad y contención social.