- Por Mariano Nin
En un mundo globalizado y dinámico, la pandemia encontró el caldo de cultivo. Pasó de una persona a otra, de región en región, de país en país, destruyendo sistemas de salud y las economías más sólidas.
Muchos gobiernos se declararon colapsados y por primera vez el mundo entero tuvo miedo.
Los estados impusieron cuarentenas obligatorias tratando de contener los casos. Las personas dejaron de trabajar y millones de niños y jóvenes tuvieron que abandonar escuelas, colegios y universidades.
Dependiendo de la zona en que te encuentres, de un lado y del otro del mundo, es lo mismo. Día a día se anuncian nuevas muertes y contagios. También se dan los números de la esperanza, de aquellas personas que se están recuperando, pero pasan desapercibidos. Lo importante es esa incertidumbre de saber cuán cerca está todo y en el peor de los casos, cuándo va a estallar.
Y nosotros no somos ajenos a una realidad que tarde o temprano va a golpearnos con fuerza.
Hace un mes del primer contagio en Paraguay. Desde entonces los casos no dejan de crecer. Hoy son más de 100, que en la realidad son más, ya que no son muchas las pruebas que se procesan por día, y desde el primer caso ya murieron cinco personas.
Para conocer la situación epidemiológica real del coronavirus en el país, se deben alcanzar 1.000 tests diarios; actualmente se llega a un promedio de 160 cada día. Esa es nuestra realidad.
En medio de esta vorágine, el Gobierno que tiene buenas intenciones, pero malísimos administradores, no encontró la fórmula para lograr que la mayor cantidad de gente quede en sus casas. Y mientras la gente lucha para no salir, hacia adentro se tiene mucha hambre y pocas respuestas.
Asunción y Central siguen encabezando la lista con más casos. Le siguen Alto Paraná, Boquerón, Caaguazú, Cordillera y Misiones. Los casos en el interior, incluso el Chaco, están relacionados a viajeros que ingresaron al país.
Hoy, el mundo es como un queso. Y nuestro país está lleno de agujeros. Es así.
Y a medida que la enfermedad avanza, la gente le hace frente con lo que puede. Hoy, desde los noticieros veíamos ollas populares en asentamientos de Ypané, otras en San Pedro e Itapúa. Así es el paraguayo. Puede que el virus sea una amenaza, pero la solidaridad es más fuerte. Incluso para suplir las deficiencias del Gobierno.
Se prevé lugares de cuarentena para enfermos, pero el propio Ministerio de Salud no prevé hacerles llegar comida, es así que algunos tuvieron que violar el encierro y ponernos a todos en peligro, para no morir de hambre. Hay ideas, e incluso recomendaciones de organismos internacionales, que si no van acompañadas por medidas básicas e inteligentes, no van a dar resultado más allá de un corto tiempo.
Pero hoy vivimos un tiempo nuevo. Una experiencia para nosotros única, de la cual debemos sacar experiencias. Rever los errores y volver a intentarlo mejor, por eso nos tomamos el tiempo.
Mientras, disfrutá de tu familia sin tanto trabajo e INTERNET. Hablá cara a cara con la gente que amás. Dejá que tus hijos jueguen en el patio, se ensucien, rían sin saber lo que en verdad sucede, aprovechá este tiempo para mimarlos, contarles historias y sentirte a salvo en ese lugar donde todos se protegen unos a otros.
Llamá a tus padres todos los días y dales aliento. Escribile cartas a tus amigos de infancia, esos que casi no ves, y leé un libro.
Hoy no salgas, cuídate, que es la forma de cuidarnos a todos.
Un día vas a contarlo cómo lo viviste. Un día vas a amanecer y vas a saborear el día… vas a vivirlo como si fuera el último y vas a recordar el DÍA EN EL QUE EL MUNDO SE DETUVO.
Pero esa… es otra historia.