Por Ricardo Rivas

Corresponsal en Argentina

Twitter: @RtrivasRivas

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No será una semana más la que se inicia en este país con casi medio centenar de muertes. El presidente Alberto Fernández realizó dos anuncios relevantes. A través de varias conversaciones radiales reveló que se estima que en el próximo mes de mayo será el pico de contagios de COVID 19 en este país. Luego, aseguró a radio Mitre que ya se trabaja en la salida de la cuarentena.

No obstante, fue cauteloso para no parecer dicotómico. El “aislamiento social obligatorio”, así se llama éste encierro en el país de los eslóganes eufemísticos, “se abrirá muy paulatinamente y va a haber casos que van a seguir en cuarentena. Seguramente los chicos seguirán sin ir al colegio y la administración pública seguirá haciendo trabajo a distancia, (en) esto que se llama teletrabajo.

Concurrirán los que necesitamos que concurran, la gente de seguridad, salud, personas elementales para poder movernos”. Prueba-error. Desconocimiento y tragedia. Lo que inevitablemente llegará, será una prueba difícil para Alberto F que, desde la tragedia –actor público al fin- intenta consolidar un liderazgo de mayor espesor que el que poseía.

Preocupa, con esa intención no declarada a muchas y muchos de los adherentes a la colación de gobierno porque desde la especulación inconducente podría arropar al mandatario de autosuficiencia política. El mandatario sabe que tanto el coronavirus como las tensas relaciones internas en el Frente de Todos, la coalición de gobierno, le exige de la máxima prudencia y creatividad para evitar más dificultades que las que presenta la coyuntura que se extenderá por muchos meses.

No son pocas las sospechas que anidan en la intimidad presidencial sobre qué sucedió el pasado viernes, cuando millones de adultos mayores fueron obligados a poner fin a la cuarentena y exponerse a contagio por irresponsables e insensibles burócratas que indiscriminadamente los aglomeraron en los bancos para cobrar sus miserables haberes.

“Ridículo”, fue el título de la prensa mundial que hizo foco sobre tanta impericia que, hasta el momento, carece de responsables formales ya que nadie ha sido despedido ni tampoco ninguno presentó su renuncia. Las miradas de indignación y/o sospecha se posan sobre los titulares del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Miguel Pesce y, el de la Administración Nacional del Seguro de Salud (ANSES), Alejandro Vanoli.

Jorge Giacobbe, consultor especializado en opinión pública, en su más reciente encuesta, asegura que “la imagen positiva de Alberto Fernández creció 30 puntos, de 37,7% a 67,8%” y que “su imagen negativa retrocedió de 45,5% a 12,5%”. Sostiene que “ante el riesgo, la ciudadanía argentina configuró un padre protector a quien defender, tanto en términos personales como en términos de las políticas de Estado que está implementando”.

Destaca luego que “con los grandes ausentes del momento suceden cosas diferentes. La imagen positiva de Cristina Kirchner subió también, aunque sólo en 2 puntos (34,6%)”. Otro analista notable, Ricardo Rouvier, también detecta que crece la imagen positiva de Alberto F que la ubica en 68,6%, con una negativa de 29,3. No menciona a Cristina ni a ningún otro actor público conocido. Por su parte, Mariel Fornoni, directora de Management & Fit, en su reporte semanal sobre “optimismo político” y “optimismo económico”, sostiene que los dos dan muestras de crecimiento.

En este esquema, que las dirigencias conocen, los desencuentros crecen en el seno de la coalición de gobierno aunque ninguna de las fuentes consultas aceptan expresar esa situación públicamente. La preocupación social también crece por cuanto hay consciencia de que la curva creciente de la pandemia aún no ha llegado y se estima que tendrá alto impacto en lo que en este país se denomina como AMBA (Área Metropolitana Buenos Aires) integrada por esta ciudad y una veintena de municipios que la circundan en territorio de la provincia de Buenos Aires, que gobierna Axel Kicillof, con poco conocimiento de las especificidades de esos territorios altamente pauperizados y vulnerables desde muchas décadas.

De allí que Alberto F, ante esa realidad, dialoga en forma directa con los jefes comunales y con ellos –oficialistas y opositores- aborda la contingencia. Complejo para hacerlo en soledad. La vicepresidenta Fernández, no se hace ver y permanece en silencio público.

Tal vez, sea consecuencia de la cuarentena a la que se ve obligada luego de regresar días atrás desde el exterior. Pero el caso es que el Jefe de Estado está solo y así lo percibe una buena parte de la sociedad.

Y si esas son algunas de las situaciones más dramáticas de las que trascienden desde los más altos escalones del poder, no menos complicada es la vida de la comunidad enclaustrada, atemorizada y que, al menos en los grandes centros urbanos, pasa sus horas frente de los ordenadores y/o los Smartphone en procura de recrear en la realidad virtual las escenas de la vida cotidiana en la realidad real, por llamarla de alguna manera comprensible.

Y es en esa realidad mixta, emergente de las dos anteriores, donde gana valor la projimidad que no pocos creen perdida o, al menos, en dificultades fagocitada por la individuación. Aquí, como cada uno y una en sus lugares de residencia, a través de la plataforma ZOOM, se organizan bailes, bailantas, se celebran cumpleaños, cenas, asados virtuales, encuentros veganos.

Giacobbe revela que “el 2,8% de los argentinos siente mucho temor frente a la idea del Coronavirus, 46,3% siente algo de temor, y por último, solo el 10,3% siente nada de temor”. Todo se desarrolla en soledad total o con la mínima presencia de unos pocos. Mujeres pariendo en soledad. Hombres y mujeres muriendo en soledad. Triste y trágico.

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