• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista
  • Twitter: @FelipeGoroso

Mucho se está hablando de diferentes sectores que están siendo afectados directa e indirectamente por la pandemia del COVID-19, que ya se está haciendo sentir con toda su fuerza en nuestro país (aunque la mayoría de los entendidos hablan, aún en voz baja, que lo peor todavía no llega). Los pacientes con el virus, aquellos que ya no están físicamente por causa de la enfermedad, las familias de estos y de aquellos. Las micro, pequeñas y medianas empresas que no tienen gremios con enorme poder de lobby que hablen por ellas, los monotributistas, los cuentapropistas. Podría citarlos de a uno, pero no me va a alcanzar el espacio.

Sin embargo, nada se ha planteado hasta ahora al respecto de lo que va a implicar la pandemia y todo su ecosistema para los niños. Y no se ha hecho desde ningún sector, ni el público y mucho menos el privado.

Desde el privado lo mejor que se podría hacer es asegurar el empleo, eso debería de generar cierta tranquilidad para los padres, en estos tiempos de tantas incertidumbres. Esa tranquilidad para los padres debería ser trasladada a sus hijos, un círculo virtuoso y provechoso. Cero despidos por la crisis del coronavirus, como planteó Horacio Cartes para todos los colaboradores de su grupo empresarial, se espera que más empresarios tomen el desafío.

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Para aquellos que ya se quedaron sin trabajo como consecuencia de la crisis económica, el Gobierno debería asegurarles algo más que los 230 mil guaraníes anunciados, recordemos que esta cifra es por familia.

Del Ministerio de Educación lo que se espera es que se ponga los pantalones de una buena vez y ejerza su potestad al respecto de garantizar la calidad de la enseñanza a los niños en este año. Y eso debe incluir a instituciones públicas y privadas, sin distinción alguna. Si esto se extiende unos meses más, que esperamos que no, pero es probable, podríamos estar ante el escenario de un año académicamente perdido para nuestros niños. Los hijos de la pandemia.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, debe incluir a los niños en estas políticas de crisis. Y ellos, los hijos de la pandemia, hasta ahora han sido olvidados.

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