EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alexnoguera230@gmail.com
Cuando hace cinco años el escritor y filósofo italiano Umberto Eco sentenciaba que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”, el mundo entero se escandalizó y surgieron airadas voces con frases clásicas en contra como la falsamente atribuida a Voltaire, que pomposamente anuncia: “No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”.
Pese al derecho indiscutible de expresar lo que cada uno piensa, en los últimos días los medios electrónicos alternativos mostraron sobrados ejemplos de que lo que advirtió el italiano al acusar a las redes sociales de haber creado una “invasión de imbéciles”... ¡era verdad!
Un ejemplo de esto es que tras la declaración del Ejecutivo de implementar medidas extraordinarias en Paraguay para evitar el contagio masivo de ciudadanos con el coronavirus –ahora declarado una pandemia– una catarata de mensajes produjeron la estampida de la población hacia los supermercados para hacerse de “reservas” ante el posible fin del mundo que se anunciaba.
Según la definición científica fue una psicosis: “Miedo, angustia u obsesión irracional, en especial el que se da en un colectivo de personas”.
Y sí. La gente formó filas, vació estantes, compró alcohol en gel para toda una década, los avivados rápidamente subieron los precios de las mascarillas enarbolando su derecho de la ley de la oferta y la demanda. Y mientras, la intención del Gobierno, de evitar aglomeraciones para prevenir los contagios, fue solo eso, una intención ante la legión de idiotas que se divirtieron enviando noticias falsas.
¡Cuánta irresponsabilidad! ¡Cuánta falta de educación! Como decía el Eclesiastés, hay un tiempo para todo, pero hoy no es momento para bromas. La gente muere como moscas en otros países.
La cifra de muertos en China supera las 3.200 personas (81.000 contagiados), en Italia 1.020 (15.113), en Irán 430 (10.075), en España 87 (3.146 casos), en Corea del Sur 66 (7.979 casos), en Francia 61 (2.876 casos), en EEUU 38 (1.360 casos), en Japón 12 muertes (1.335 casos)... pese a los esfuerzos desesperados de las autoridades sanitarias. El mundo se hunde con unos 140.000 contagiados y más de 5.000 fallecidos en poco más de dos meses de conocerse el primer caso y las economías enfrentan colapsos inesperados muy significativos. El cisne negro revolotea el planeta.
Es inaceptable que hasta los políticos propaguen información falsa, como el caso del que anunció “con mucha pena” que en Lambaré se habían registrado dos nuevos casos de Covid-19.
La creatividad para inventar fake news supera la genialidad. No solo las redes se llenan con mensajes escritos, sino que también las personas irresponsables envían audios con los consejos más disparatados, desde recetas para protegerse del virus que nos recuerdan la época de los chamanes que espantaban los malos espíritus con humo hasta aquellos en los que se pide que no sean reenviados porque la información es “secreta” y que servirá solo para bien de la persona que recibe.
La legión que menciona Eco está en su salsa. No pueden detener la sonrisa del rostro porque dentro de su cerebro un duende saltarín estalla a carcajadas ahíto de sinsentido. Estamos rodeados de gente enferma.
Pocos saben de esas miles de mujeres que dejaron de vender sus empanadas en la calle porque el Ministerio de Salud les clausuró el negocio por insalubre, la chipa, los yuyos o los panchos. Mientras los locos desatados se divierten esos ciudadanos sienten hambre y miedo. No pueden producir para comer, pero en un país como el nuestro eso es “daño colateral”.
A nuestros gobernantes no les falta comida en la mesa, ni siquiera se arriesgan a ir al supermercado para evitar contagiarse. No tienen hambre. No saben, por ejemplo, que en Singapur –un país “que no existe” para los gloriosos hijos del Mariscal López– el gobierno entrega una subvención a los “autónomos” a los que se obligó a hacer cuarentena. No dejan que mueran de hambre.
Mientras, de este lado del mundo los legionarios siguen con sus chistes irresponsables. Tal vez si el Ministerio Público hiciera su trabajo y registrara de dónde salen esas noticias falsas, se pudiera aplicar multas ejemplares a los graciosos.
No es muy difícil, sobre todo ahora que hasta los delincuentes parece que están de vacaciones.