“Duele decirlo, pero hay que decirlo”
- Por Pablo Alfredo Herken Krauer
- Analista de la economía
- Email: pherken@gmail.com
Con el telón de fondo del patético lunes negro pasado (9 de marzo), en que cayeron dramáticamente todas las bolsas mundiales: Wall Street 8% en sus tres indicadores, Europa 7%/11%, Brasil 12,2% la mayor desde 1998, cuando la crisis rusa, Argentina 14% con el riesgo país en 2.788 puntos básicos el más alto desde el 2005, subiendo 48% en un mes, el precio del petróleo derrumbándose entre 25% y 30% lo que no sucedía desde el 17 de enero de 1991, con el nivel más bajo (31 dólares el barril) desde el 12 de febrero del 2016 y fuertes devaluaciones en Latinoamérica del 6,2% Colombia, 5% México, 3,7% Uruguay, 2% Brasil, 1,9% Chile y 1,2% Paraguay; hay seguridad en que perderemos en nuestro ritmo de crecimiento 2020 entre 1% y 1,5% estimándose este costo hasta finales de año.
Es que Todo el mundo verá sus economías produciendo menos, el comercio internacional tropezará significativamente (exportaciones e importaciones), las grandes empresas multinacionales administrarán con ajustes de todo tipo sus ganancias disminuidas, caerá la inversión extranjera externa global, la onda de pánico en la gente con bolsillos más modestos debilitará el consumo en general, con el efecto de reforzar el bajón en la inversión y las compras con aumento del desempleo, sabiendo que ya es un año desastroso para el turismo y el transporte, y, al final, pero no menos importante, el precio de lo que vendemos al resto del planeta no será el anhelado y deseado.
¿Apocalipsis? ¡No! Pero se nos jodió un pedazo importante de la torta económica “mayor” que aún vamos a cocinar en este 2020. Pero, nos guste o no nos guste, hagamos lo que tengamos que hacer, no escaparemos de la realidad actual que golpea a todo el mundo, y en especial a Latinoamérica y el Caribe, y en particular al MERCOSUR: “Crecer es lo que buscábamos y lo lograremos este año, lo lograremos, pero perdiendo algunos puntitos. Nos infecta el coronavirus”. No lo digo yo. Duele decirlo, pero hay que decirlo.
Veamos algunas vías por las que nuestra economía se infectará: 1) Brasil crecerá menos del 2% inicialmente estimado, ya bajó al 1,8% después del 1,1% el año pasado. Le golpea China (su principal socio comercial e inversor extranjero), el hundimiento del precio del petróleo y las mayores complicaciones en Argentina, su otro socio comercial importante. El real R$ se devaluará debilitando el poder de compra de los brasileños en nuestro comercio fronterizo y será fuerte el estímulo al contrabando hacia nuestros mercados.
La menor reexportación bajará la recaudación de impuestos en las aduanas. Stop a ventas, ingresos, empleo e inversión en nuestras ciudades fronterizas, que siempre tienen un efecto multiplicador en el resto de nuestra economía. Y el turismo mercosurino en Paraguay se enfriará; 2) Argentina se complica en uno de sus momentos más delicados. Después de caer -2,1% en el 2019 (-2,5% en el 2018), este año se esperaba otra caída pero menor, del -2%, que ya se corrige para algo peor, otra vez -2,1%. Argentina recibe golpes parecidos a los de Brasil provenientes de la marcada desaceleración económica de China, que es también prácticamente su principal socio comercial, y a su vez le perjudica el petróleo barato.
Pero es mucho más grave lo de Argentina por tener que renegociar su deuda de más de 100.000 millones de dólares y evitar así otro default. Hacerlo y lograrlo en un escenario mundial tranquilo es una cosa. Con el mundo achicándose y mercados financieros nerviosos es otra cosa. Por ello el dramático aumento del riesgo país que sufre Argentina. Lo que encarece todo tipo de financiamiento o refinanciamiento. Y en el primer bimestre 2020, la economía argentina no se ha recuperado, sigue la caída.
Las remesas provenientes de nuestros compatriotas están en y con problemas, y razón tienen los industriales de la confección para preocuparse. Una devaluación mayor del peso alimentará lo contrabandeado para nosotros. Y adiós turismo; 3) Habrá dificultades en las importaciones provenientes de China (casi un tercio de las nuestras tienen dicho origen), generando desabastecimiento en algunos sectores, con el lógico encarecimiento, porque no será fácil el reemplazo de proveedores, y en ciertos sectores comerciales las ventas al consumidor se resentirán.
Todo lo anterior unido al stop del comercio fronterizo perjudicará la recaudación de impuestos en las aduanas. Al final, el total de impuestos del Gobierno aumentará pero no lo suficientemente “grande” ni rápido para financiar las inversiones públicas, las que serán menores a las del año pasado; y 4) Tendremos un importante aumento en la cosecha de soja, con buen rendimiento, lo que automáticamente agrega puntos al crecimiento económico, pero, el precio internacional no es el esperado, deseado y necesitado, y el mercado está bajo delicadas presiones, con tendencia a la baja.
Tendremos buena cantidad pero con menor calidad en términos de ingresos, siendo en consecuencia menor el efecto multiplicador de la cadena agrícola en el conjunto de la economía. ¿Apocalipsis? Para nada. Puntos menos, nada más. No somos castillo de arena en economía. Hay reservas. Claro está que gasoil y naftas y pasaje y flete más baratos ya deberían haber estado en la calle. Antes que el coronavirus. Duele decirlo pero hay que decirlo. DDPHQD