En menos de 30 días en la ciudad de Asunción encontraron a una niña maniatada, presumiblemente víctima de explotación sexual, otra niña se suicidó y una tercera fue encontrada estrangulada en la zona de la Terminal de Ómnibus de Asunción. Todas ellas niñas indígenas en una sociedad que trata a los pueblos originarios como ciudadanos de tercera categoría.

Y encontrándose en el subsuelo de la vulnerabilidad, son precisamente las niñas las que tienen todas las de perder cuando se encuentran en situación de calle, como ocurre con todos los indígenas que deambulan por Asunción, enfrentándonos a una realidad que es mucho más dolorosa que el dilema estético-urbano de verlos inadaptados a nuestro estilo de vida. Es la evidencia de que efectivamente hay ciudadanos de tercera categoría mientras se orquestan campañas de promoción de la igualdad.

Considerando que no hay mejor manera de evitar que la responsabilidad caiga sobre algunos en particular que diluirla entre todos en general. En contrapartida, en esta ocasión voy a permitirme apuntar a la institución que dentro de la administración pública tiene la representación de los intereses de los pueblos originarios: el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), cuyo titular, Édgar Olmedo, atribuyó la presencia de indígenas deambulando por las calles de Asunción desde hace décadas a su condición cultural de “nómadas”. Nada dijo de lo que el instituto está haciendo para intentar frenar esta escalada de violencia contra niñas indígenas en sitios en los que se asume desde hace años con absoluta normalidad este tipo de patrones.

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Para los que todavía nos resistimos a asumir la recurrencia de la violencia contra los indígenas como parte de la normalidad de los hechos y como un asunto frente al cual resulta más cómodo mirar para otro lado, las declaraciones de un funcionario al que le pagamos todos para representar a personas que no tienen voz en una sociedad en la que su forma de organización no tiene cabida, las declaraciones del presidente del Indi son, por decir lo menos, una burla, pero para los indígenas es otra agresión.

La tercera niña indígena violentada hasta más no poder en lo que va del mes; la tercera categoría de ciudadanos paraguayos, los indígenas; la desidia; las políticas públicas inexistentes; los funcionarios indolentes. No importa cuándo leamos esto. Lo leímos en cada gobierno nuevo y cada gobierno nuevamente dio la espalda a los indígenas. También lo hicimos nosotros cuando olvidamos el crimen de la primera con la facilidad con que las autoridades dispersan la responsabilidad sobre todos y sobre ninguno.

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