El 7 de febrero último, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reportó que “entre la semana epidemiológica (SE) 1 y la SE 521 del 2019, en la Región de las Américas se notificaron 3.139.335 casos de dengue (incidencia de 321,58 casos por 100.000 habitantes), incluidas 1.538 defunciones.

Del total de casos notificados, 1.367.353 (43,6%) fueron confirmados por criterio de laboratorio y 28.169 (0,9%) fueron clasificados como dengue grave. La tasa de letalidad fue 0,049%”. Respecto del año que corre, esa agencia multilateral informa que “entre la SE 1 y la SE 5 del 2020, se reportaron 155.343 casos de dengue, incluidas 28 defunciones. Del total de casos notificados, 15.392 fueron confirmados por laboratorio y 715 fueron clasificados como dengue grave”. Tan claro como contundente.

El primero de los recursos para encarar con alguna posibilidad de éxito una dificultad de la gravedad que fuere es la información. Ninguno de los países de nuestra región carece de los datos precedentes. Aunque el mundo, en su globalidad, conozca hoy una prosperidad sin precedentes, tanto “en países industrializados (como) en el Tercer Mundo siguen siendo endémicas enfermedades que pueden desarraigarse”, existen “muertes que son evitables. Detrás de esos problemas hay siempre una razón económica”, sostuvo en Amartya Sen, economista y teórico sobre el desarrollo, Premio Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, en 1993, en un texto al que tituló “La vida y la muerte como indicadores económicos”.

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En este país, el sábado último, en declaraciones radiales, el ministro de Salud, Ginéz González García, aseguró que el dengue lo “tiene preocupadísimo, en estos días, porque está en plena expansión en Paraguay”. Reveló que el pasado miércoles 19 estuvo en Asunción “con los ministros de la región” y que allí se enteró que “en Paraguay hay oficialmente 90 mil casos y 16 muertos (N de R: hasta ese momento), pero piensan que tienen más de 50”. Estimó además que la cantidad de casos podría crecer “en Argentina para la primera quincena de marzo”. El ministerio a su cargo reportó que “hasta el 3 de febrero del 2020, se notificaron 2.811 casos con sospecha de dengue u otros arbovirus, de los cuales 336 resultaron confirmados y probables 114 sin registro de antecedentes de viaje y 222 casos con antecedentes de viaje a zonas con circulación viral”.

El viernes pasado, el ministro de Salud Pública de Paraguay, Julio Mazzoleni, reportó que el área a su cargo ha verificado un total de 20 muertes por dengue. Agregó que se reportaron 5.766 afectados por esa patología y que se investigan 106.127 “casos sospechosos”.

Brasil, por su parte, declaró un “alerta para los estados de Espíritu Santo y Río” en el sudeste brasileño y “en la región noreste, ante el posible aumento de casos” de dengue. Casi a mitad del territorio brasileño. En el 2019, oficialmente, se registraron 1.544.987 casos, lo que representa 488,3% más que en el 2018, cuando hubo 262.594 contaminados positivos. En ese contexto, “en el 2019, se registraron 782 fallecidos, un 289% más que en el año anterior con 201 muertos”.

En Bolivia, donde las autoridades reconocen la existencia de no menos de 7 decesos por dengue, la presidenta Jeanine Áñez anunció el miércoles último que no viajará a la celebración del carnaval fuera de la sede gubernamental porque “la prioridad es la salud” –el dengue–, por lo que quiere “estar al lado” de los enfermos ante el “momento delicado”, en especial en el oriente boliviano, por el brote de esta enfermedad. En el 2019, para esta misma época, eran tres las muertes confirmadas y 608 los casos positivos de dengue, mientras que en lo que corre del 2020 las personas contaminadas positivamente por el virus alcanzan a poco más de 4.200, en tanto que hay cerca de 18 mil casos sospechosos.

El Instituto de Salud Pública de Chile, por su parte, confirmó sobre dos casos de dengue positivos en la Isla de Pascua que afectan a mujeres. La funcionaria Dolores Romero, de la localidad de Tarapacá, reportó otros dos casos “importados” porque los pacientes viajaron antes de comenzar con los síntomas a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, de vacaciones.

En el otro extremo del planeta, en China –unos 20.000 km al nordeste de Paraguay– el flagelo es el coronavirus. En un excelente artículo que publica el diario Clarín, Marcelo Cantelmi, director del Observatorio de Política Internacional de la Universidad de Palermo (UP), reseña que “en 1340, la peste negra traída desde Asia por los mercantes genoveses arrasó con un tercio de la población europea”, que “en 1918, la gripe española, una pandemia que se originó en EEUU y fue llevada a Europa por los soldados norteamericanos en la Primera Guerra, dejó hasta 100 millones de muertos”. Agrega que “el mayor brote epidémico del virus del ébola en África que causó cerca de 12 mil muertos en apenas dos años, entre el 2014 y el 2016”, y que cuando comenzaba este milenio “estalló el SARS (también) en China, que mató a cerca de un millar de personas en el gigante asiático”. Sobre el coronavirus, actual flagelo, resalta el “enorme tamaño político y económico” del virus en “un mundo que se ha interrelacionado como nunca antes”, lo que abre “un enorme paréntesis en la economía mundial”. Estupenda síntesis que dice mucho más que lo que literalmente se lee.

Amartya Sen enfatiza que “a la economía no le conciernen solo el ingreso y la riqueza, sino también el modo de emplear esos recursos como medios para lograr fines valiosos, entre ellos la promoción y el disfrute de vidas largas y dignas”. Sentencia luego: “Los criterios más convencionales de éxito económico se pueden mejorar incluyendo evaluaciones de la capacidad de una nación o una región para alargar la vida de sus habitantes y elevar su calidad”. Sospecho que muchos de los líderes que gestionan la aldea global nunca lo leyeron. Penoso.

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