Mañana es el clásico y como es normal, el gran Decano, el gran Rey de Copas, le va a pasar encima a Cerro. Apenas escribí 23 palabras y tres comas y en menos de dos segundos ya me odia “la mitad más uno del país”. Bueno, vamos a remediar esta situación. ¿Cómo? Y escribiendo otras 23 palabras, pero en sentido contrario. Algo así como...

Mañana es el clásico del fútbol paraguayo, y el Ciclón de Barrio Obrero, le va a mostrar al viejito, quién es el papá. Otras 23 palabras y tres comas (mal puestas, pero comas al fin) y los que no me odiaban, o sea los olimpistas, ahora ya son mis acérrimos enemigos también.

Tanto los unos como los otros ya me tienen marcado ahora. Y es que así de infantiles somos. Y si no me creen, fíjense con atención la conducta de la gente. Es fascinante notar cómo gente normal y corriente, padres o hermanos amorosos se convierten en bestias por los colores de un club deportivo.

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Fíjense con atención. ¿Vieron cómo esas personas estuvieron horas y horas formando fila para comprar una entrada? Ni por sus padres enfermos formarían fila tanto tiempo en Urgencia de IPS o de un hospital nacional.

Esta conducta, más que “apasionada” como la llaman tibiamente algunos interesados, en realidad parece síntoma de enfermos mentales.

Una cosa es que te guste el fútbol, que aprecies las buenas jugadas o los goles o golaaazos, pero otra es que te descontroles con los que están a tu lado en el sofá viendo el partido y les mandes a la China porque tu defensa dejó pasar al rival y estás perdiendo uno a cero.

¡Entendé! ¡No estás perdiendo vos, sino que uno de los equipos que juega! Y no es “tu” equipo, no sos accionista ni compraste nada de ese club que supuestamente te da “alegrías”. O sí, tal vez compraste una remera del jugador número 10 o del número 9, pero hasta ahí nomás.

La gente pierde los estribos. Y es vergonzoso leer cómo se tientan los muchachos en los grupos de WhatsApp. Ni los niños actúan como los fanáticos.

Esta situación me hace recordar un comentario que hizo una jovencita hace muchos, muchos años, cuando veía a su compañero de clase comportarse como un mono. En voz baja le había murmurado a su amiga “tienen cerebro de pájaros”.

Entonces yo era adolescente y capté ese mensaje sin querer. Y a pesar de intentar comprender, no pude. Resulta que esas señoritas ya pensaban en otras cosas, en novios, en la universidad, en el futuro, mientras que los muchachos se divertían tirando trozos de tiza o gritando como gallitos para llamar la atención de “las pendejas”.

Ellas habían madurado y a los muchachos aún les faltaba un largo trecho de tiempo y de vergüenza.

Esto de las banderías, en este caso el fútbol, aunque también se puede analizar desde el punto de vista político, porque si no sos colorado “tenés” que ser liberal. Si sos de Frente Guasu sos un izquierdista (antes eras comunista) o si sos de Patria Querida, sos raro.

No vamos a entrar en política porque gracias a la introducción ya me hice de suficientes enemigos por hoy. De casi todo el país más o menos. Si me marcan los colorados y los liberales es posible que ni pueda salir más de casa. Y esa no es la intención en este momento, sino llamar la atención a los “cerebros de fútbol” que no maduran a pesar de la edad.

Como si no existiera otra cosa (como el cine, los paseos en familia, el teatro o simplemente un libro), mañana al finalizar el partido va a ocurrir lo mismo de siempre. Si gana Cerro, los cerristas van a tentar a los olimpistas. Y si gana Olimpia, los olimpistas van a tentar a los cerristas. Hasta el lunes en el trabajo.

Y esa actividad es enfermiza. No comprendo el placer que se siente cuando se hace sentir mal a otra persona. Unos se ríen como tontos, pero en realidad no saben qué les produce esa alegría. ¿Que haya ganado “su” club? ¿El hacerle sentir mal al compañero, amigo o familiar? ¿Eso es el fútbol?

Y del otro lado, esa persona que se siente mal, ¿por qué se siente mal? ¿Porque perdió su club o porque un “cerebro de fútbol” se atreve a sentirse superior y se descarrila de las normas de conductas sociales, de la decencia, y con grosería comete bullying? ¿Por qué uno permite que el otro le humille? ¿Y el otro por qué humilla?

En este país hay demasiados cerebros de fútbol que deben madurar. Deberían educarse, pensar en cómo salir de la miserable corrupción en la que se ahogan ellos y sus hijos. Deberían dejar de reír como tontos y darse cuenta de que el deporte no son patotas, ni armas escondidas, ni drogas, ni violencia, ni el apriete para pedir “colaboración” alrededor de los estadios.

Quizás alguna vez, dentro de muchos, muchos años, esos cerebros maduren y no solo honren el significado de la palabra deporte, sino que también respeten a la gente que comparte la misma pasión, aunque los colores sean diferentes.

Podríamos comenzar mañana, ¿no?

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