Por Carlos Mariano Nin

Columnista

Un día cualquiera de una calle cualquiera, de mi barrio o el tuyo, con una historia común, de esas cotidianas.

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Me sucedió a mí, pero podrías haber sido vos y quien sabe quién más.

Era tarde, uno de esos días en que no sabés si hace frío o calor. Entre las sombras se me acercó cuando llegaba del trabajo a casa. No lo vi venir. Creo que por eso me asustó su presencia.

La calle estaba vacía y la noche le ponía el toque tenebroso de esos días del presente-futuro que estamos viviendo. La inseguridad sin dudas nos toca a todos. No solo desde las motos.

Me habló a mis espaldas y me asustó. No tenía más de 15 años. Desaliñado, un poco ido y descuidado. “No tenés un dos mil” me dijo, “la calle está dura”.

No sé si me superó el miedo o me conmovió. Busqué en mis bolsillos y le di lo poco que tenía. Me respondió con una sonrisa fingida que percibí como una mueca de terror. Se fue sin mirar atrás, en medio del camino buscó en uno de los basureros de la cuadra, sacó una bolsa y se la llevó. Entre que revisaba tiraba lo que no le servía. Y así… desapareció.

Me quedé mirándolo. Un poco confundido, un poco aliviado.

Como él hay miles. Un ejército de jóvenes sin educación, que no pueden acceder a un trabajo y terminan en las calles, ajenos a una vida digna. Son esos niños, esos jóvenes, a los que les robamos el futuro y la esperanza. No tienen la culpa. Son prisioneros del sistema. Un sistema desigual y mal administrado.

Estamos cosechando el fruto del abandono.

Ellos son el resultado de las políticas desacertadas en educación. Son el fruto de la corrupción, de las escuelas que caen y de los docentes que no pueden pasar un simple examen. Si hoy no vemos el problema, nada va a cambiar.

Los analistas aseguran que el aumento de la desocupación es un reflejo de la desaceleración económica que sufre el país. Pero es solo un elemento de un combo de corrupción, malas decisiones y falta de políticas educativas. Esa es la raíz.

No soy experto, pero pienso que el Gobierno debe apuntar a la educación ante todo, a los niños, al futuro. De otra manera seguiremos creciendo en números. Seremos atractivos para empresas extranjeras que se enriquecen con la explotación de mano de obra paraguaya y el sufrimiento de la gente.

Y te reitero una estadística que para mí resume esta situación: 6 de cada 10 niños que comienzan la primaria, abandonarán la secundaria antes de llegar al tercer año de la media.

Entonces lo veo al ministro Eduardo Petta llorar en televisión mientras pide perdón por un error que en un país serio lo hubiese llevado sin repechaje a la destitución directa, pero no aquí. Aquí el Presidente no solo lo perdonó, también lo justificó desnudando su carencia de liderazgo y le reafirmó su confianza.

Sí, vas a decir que no tiene nada que ver con la historia que te estoy contando, pero estas son las oportunidades que tenemos de cambiar el futuro y volvemos a apostar al pasado.

Entonces nada cambia, todo se repite y nosotros quedamos atrapados en esa cadena que da la vuelta una y otra vez y siempre nos pone de cabeza.

Mientras la política siga priorizando a los hombres por sobre las acciones, una generación de chicos sin futuro crecerá silenciosa, incluso a la vista de todos, recordándonos las brutales diferencias entre lo que aparentamos, lo que somos y lo que soñamos ser algún día.

Pero esa es otra historia.

Etiquetas: #futuro

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