• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

Ayer nomás celebramos el Día de los Enamorados, en el que los pajaritos cantan, las nubes se levantan y los comercios aprovechan las hormonas disparadas para hacernos dejar nuestros ahorros en pos de la persona amada. Pero ese es otro tema. El motivo de esta columna en cuestión es mucho más complejo que eso: ¿Qué es el amor? ¿Dónde se expresa el amor? ¿Tiene un sitio físico el amor?

De buenas a primeras lamento desilusionar al lector, pero si de corrección anatómica nos referimos, el sitio del amor no es el corazón, sino el cerebro, pero en vista de que es muy difícil construir un cerebro de rosas o de chocolate, nos quedaremos con la imagen estereotipada (y falsa) de los corazoncitos atravesados por una certera flecha para estos días. Y eso se sabe por haber estudiado con un resonador magnético funcional (un aparato que permite ver las zonas que se activan en el cerebro) a muchas personas enamoradas. Todas estas personas, al mirar fotografías de sus “amores” y pensar amorosamente en ellos, e independientemente del sexo (masculino o femenino) o de la orientación sexual de los mismos (heterosexuales u homosexuales), “iluminaban” en el escáner cuatro zonas bien características del cerebro, de manera bilateral, a las que llamaré para este artículo “zonas del amor”.

La primera zona cerebral activada en personas enamoradas corresponde al sistema límbico, la zona del cerebro encargada de las emociones. Esta se activa al observar la imagen de la persona de la que se está enamorada. Sin embargo, la zona del cerebro encargada de la visualización, la corteza occipital, no se ilumina en ningún caso a diferencia de la región límbica, lo que determina que el amor no activa centros visuales motores puros, sino directamente centros cerebrales relacionados a las emociones. Estas zonas del amor en el límbico también se activaban con cocaína, por lo que se infiere que el amor (al igual que la droga) nos euforiza.

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La segunda zona del amor no se halla en las relacionadas al apetito sexual y que se localizan en el hipotálamo, activadas cuando la persona desea tener relaciones sexuales. Estos centros sorprendentemente no se activan cuando la persona observa enamoradamente la imagen de su pareja, lo cual implica que amor y sexo no necesariamente van de la mano. Aunque cuando el amor y el deseo se conjugan, se activa la segunda zona del amor situada en los núcleos caudado y putamen (núcleos de células neuronales de la base del cerebro), los cuales aportan el componente erótico al amor de pareja.

La tercera zona del amor se encuentra en una llamada corteza cingular anterior que sirve para reconocer tanto nuestros sentimientos como los de la otra persona, y que es fundamental para una relación de pareja.

La última zona del amor se halla en una zona profunda del cerebro llamada región insular, que presenta mucha actividad. Cuanto más atractiva es la imagen de la pareja, esta zona se activa más. Es por eso que decimos que esta zona integra las imágenes recibidas con el mundo cerebral de los sentimientos. Y curiosamente recibe información de las vísceras abdominales. ¿Qué nos parece raro al leer esto? ¿O acaso nunca al enamorarte sentiste las “mariposas en el estómago”? Bueno, existen. Al menos en el cerebro, y quizás sea el lugar donde las mariposas hagan una parada en su viaje neuronal desde nuestro estómago hasta nuestro cerebro consciente.

¿Cómo estos cuatro pequeños sitios influyen tanto en algo tan poderoso como el amor que, a decir del refrán, “mueve al mundo”? Sencillo: estos centros se conectan ampliamente con numerosos centros del cerebro. Y estas conexiones se nos muestran cada vez de manera absolutamente distinta, por eso es que cada experiencia amorosa es totalmente diferente a la otra. Y así como hay zonas que se activan en el amor, otras se anulan para poder permitir la expresión y acción plena de las activadas. Y, oh sorpresa, casi todas se hallan en el hemisferio derecho, el calculador y lógico, y oh nueva sorpresa, casi todas medían sensaciones negativas como el caso de la amígdala que medía la tristeza, la agresividad y el miedo. Definitivamente, el amor mata lo negativo desde el mismo cerebro, o como el lóbulo frontal derecho que se activa profusamente en las personas depresivas o tristes y que en los enamorados está totalmente paralizado.

El amor, definitivamente, nos tiene DE LA CABEZA. Siempre. Y creo que hoy vimos en parte por qué. Feliz Día de los Enamorados y nos leemos el sábado que viene.

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