José María Álvarez, psicoanalista, doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, sostiene: “El lenguaje es un instrumento para conocer, para representar el mundo, para entenderlo –o para no entenderlo–, un instrumento que nos sirve para vincularnos. El lenguaje es lo que nos da la identidad, nos conforma de acuerdo a lo que nos ha precedido. Dependiendo del lenguaje que nos han inoculado somos de una manera o de otra. Pero hay otro tipo de lenguaje, un lenguaje más interior en el que de repente nosotros nos sentimos hablados. El lenguaje nos enferma y nos sirve incluso para curarnos. Desde esta perspectiva el lenguaje es un medio terapéutico porque, entre otras cosas, hablando la gente se alivia”. La fuente de sus expresiones es una entrevista concedida en el 2014 a la periodista Marta Berenguer, y difundida en el sitio de La casa de la Paraula.

Se conoce a una sociedad por el uso del lenguaje, por la importancia que le otorga, por el tiempo que le dedica para aprenderlo, sentirlo y expresarlo. Es la llave para el progreso. En función a las personas, el lenguaje es el acceso para entender al otro o para no entenderlo, para unir o para impedir que así sea, para creer y construir relaciones o para desconfiar y obstruir lazos y… ¡cuánto más! La transmisión del lenguaje requiere ejemplos que lo eleven y allí cabe la respuesta de todos. Es un asunto que atañe a la ciudadanía. Es un tema central para el desarrollo social.

El testimonio de los hechos es el mejor maestro, la muestra poderosa de la influencia de la palabra hace lo suyo y marca la presencia de quien la vive en lo cotidiano, es allí en donde se impregna en los hábitos, en las costumbres, en las formas y estilos de aprender lo que significa para la humanidad.

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“Wittgenstein lo dice a su manera cuando afirma que no se puede conocer el mundo si uno no conoce el lenguaje, que gracias al lenguaje nos representamos y construimos el mundo”, expresa Álvarez. Para luego agregar: “Heidegger, que no tiene nada que ver con Wittgenstein, también dice algo parecido: ‘La lengua habla’”.

La identificación del lenguaje entraña profundizar en el ser e implica una observación honesta, sincera y audaz. El reconocimiento interior de lo que yace como sustento característico de uno ayuda a desarrollar las instancias de aceptación de las particularidades que distinguen la propia existencia. Esa apreciación subjetiva compromete a la integridad valorativa, ocasionando un acuerdo constante con la esencia misma.

Uno es lo que vive. El uso que uno hace del lenguaje lo representa, puede enfermar como puede curar. Puede contener, tolerar, entusiasmar, fortalecer y admirar lo que se cultiva interiormente, como aquello que el otro vivencia.

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