Por Ricardo Rivas

Corresponsal en Argentina

Twitter: @RtrivasRivas

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La coalición de gobierno en Argentina se tensiona. Tal vez, no se perciba aún como amenaza entre los dos máximos conductores de las fuerzas políticas que la componen – Alberto Fernández y Cristina Fernández- pero sí entre quienes los secundan porque desconfían y reniegan de la otredad y las políticas que el Presidente desarrolla o, al menos, intenta desarrollar. Hasta el momento, según coincidentes analistas las negociaciones de la deuda soberana; la seguridad pública, la existencia o no de presos políticos y la política exterior, son las emergencias que dan cuenta de las diferencias más profundas y son mucho más que una disputa de poder. Se trata de visiones ideológicas diferentes y, en consecuencia, las estrategias que proponen los coaligados divergen. Desde el 12 de agosto del año pasado, cuando luego de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) Alberto F. y Cristina F. supieron que Mauricio Macri no estaba en condiciones de triunfar en las urnas 60 días más tarde, hasta estos días, no parece que ambos hayan encontrado la clave para superar esas diferencias. Mientras, la Argentina continúa varada y escorada, según cada observador, a babor (izquierda) o a estribor (derecha). Aquella coincidencia borgiana que los unió ocho meses atrás, a partir del coincidente espanto de volver a la derrota frente a Macri, quedó atrás. Ganaron. Resolvieron la pavura pero no consiguen aún construir affectio societatis. Pareciera que, a partir de aquella coincidencia inicial no saben, no quieren o no pueden consolidar el poder que capturaron y deben ejercer sin olvidar que ese poder siempre es vicario. Coaligarse, es apostar a una co-construcción. Fue claro, es ese sentido, el Papa Francisco, frente a frente con Alberto F. Con la claridad jesuítica lo reconvino: “La unidad es más importante que los conflictos”. Preciso diagnóstico a distancia.

Un relevante académico argentino cuya obra se encuentra traducida a varios idiomas, de paso por el país, con el compromiso de reservar su identidad, sostiene ante este corresponsal que “si no se consolida (el presidente) Alberto Fernández, en estas sociedad latinoamericana, como muchas otras, sin ideologías, con pequeño burgueses atemorizados porque perciben que sus hijos tendrán un futuro peor que el de ellos, lo que viene será muy grave”. Casi parafraseando a The Sex Pistols, banda rockera mítica de los ’70, en el siglo pasado, el viejo profesor emérito, sugiere “no future”. Agrega que “la novedad es que Alberto F. está ligado a sistemas globales más ordenados que aspiran a que la Argentina se consolide porque está frente al peligro de lo que académicamente se categoriza con el espantoso título de guerra civil larvada. La violencia social creciente tiene emergencias trágicas. El crimen en manada de Fernando Báez, que ocurrió en la ciudad balnearia bonaerense de Villa Gesell –unos 1.630 Km al Sur de Asunción- al igual que otros sucesos parecidos, son evidencias de esa situación. Ese es el preocupante clima social que desde afuera del país se percibe y, desde allí, el respaldo internacional que los dos últimos presidentes argentinos obtienen porque el orden global no desea guerras civiles de ningún tipo. No se quiere otro Chile en llamas desde muchos meses. En Latinoamérica hay algo mucho más pesado que es que las sociedades comienzan a descreer de la democracia como valor, como sistema de vida social y así lo refleja Latinobarómetro que, en sus dos últimos reportes. Advierte que cerca del 50% de los consultados consolida la valoración social positiva sobre las fuerzas armadas y las iglesias, entre ellas la católica; perciben que la democracia ya no satisface sus demandas de mejor calidad de vida y, en ese contexto, acepta otra propuestas organizacionales, lo que da cuenta de un malestar que puede desembocar en reacciones sociales mucho más pesadas. El último proceso electoral, aquí, contuvo esas demandas. ¿Hasta cuándo las contendrá? La Argentina soñada, terminó hace mucho tiempo”, sostiene enfáticamente y añade: “El 48% que votó a Fernández y Fernández, votó el recuerdo de un peronismo que tampoco existe más y, los responsables de la coalición de gobierno deben comprenderlo para cambiar esa realidad”.

Gonzalo Condis, analista y académico, sostiene que “la suerte de coalición de gobierno está ligada a resolver la reestructuración de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ese organismo multilateral es un actor protagónico para el futuro del presidente Fernández que, para no quedar atado a una sólo opción en el menú de la crisis, también intenta negociaciones con algunos fondos de inversión que tienen una porción importante de los papeles argentinos cuyos vencimientos habrán de operar antes que los del Fondo”.

“Alberto F. intenta ese camino porque, mientras que el FMI condiciona la gestión económica y financiera de los Estados miembros del organismo, a los fondos sólo les interesa cobrar sin preocuparles demasiado cómo el acreedor se hace del dinero”, agrega Condis que, sin embargo, advierte que “si reestructura exitosamente, podrá desarrollar políticas públicas que le permitan ampliar su base de sustentación en la interna de la coalición, mientras que, la reestructuración tuviera un resultado negativo, para sostenerse en el poder, la gobernabilidad dependerá de la vicepresidente Cristina F, del kirchnerismo y de las organizaciones sociales afines lo que implicará que el Jefe de Estado tenga que ceder áreas de gobierno que desde el inicio de su gestión están bajo su total control”

Para el académico y diplomático Juan Pablo Lohlé –con cerca de medio siglo de vida militante en el peronismo- el conflicto de origen en el Frente de Todos, hoy la coalición de gobierno, se produce cuando Unión Ciudadana, el partido político que lidera Cristina Fernández, entiende que “para resolver los problemas judiciales que tienen varios de sus integrantes (casi todos ex funcionarios acusados de presuntos hechos de corrupción) es necesario, primero, ganar las elecciones para cambiar jueces y ocupar todos los espacios institucionales ligados con esas investigaciones; luego, proclamar la incorruptibilidad de los encausados, denunciar lawfare y destacar que todos son imputados por causas políticas. Para resumirlo de alguna manera –agrega- unidad para la impunidad”.

“Ese es el conflicto en el seno de la coalición de gobierno”, enfatiza Lohlé, quien añade que “se trata solo de una trama de intereses personales y judiciales en el que se encuentran involucrados la vicepresidenta Fernández y algunos de los principales actores del oficialismo” y advierte que “esto tendrá consecuencias no sólo en la Argentina sino también en el marco internacional”. En ese contexto, el veterano peronista, cofundador del Grupo Calafate con el actual mandatario, Alberto F. y que ocupó altos cargos diplomáticos en los administraciones justicialistas de Carlos Menem, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, sostiene que de esta crisis “sólo se podrá salir con una justicia independiente”. Respecto de las posibles diferencias ideológicas entre Alberto y Cristina, Lohlé considera que “habrá de pasar por un conflicto que aún no está definido pero que ya se presenta con un complicado inconveniente de origen que complejizará su resolución porque, cuando las elecciones, el ganador es presidente por los votos que le aportó la segunda de la fórmula”.


Luis Tonelli, politólogo, académico en la Universidad de Buenos Aires (UBA), universidades en el Reino Unido, en España y columnista en los principales diarios argentinos, describe que “la actual es una coalición variopinta, como todas las coaliciones en la historia argentina pero, con una particularidad: es entre peronistas y, el peronismo tiene una tendencia marcada de obedecer al conductor. Pero, en esta coyuntura, se complica porque lo que está en disputa es el liderazgo. ¿A quién obedecer? Por un lado, aparece la dueña de los votos que obtuvo ese espacio, Cristina Fernández, la vicepresidente; y, por el otro, Alberto Fernández, el presidente, que es el que tiene la lapicera y el dueño de la rosca (de los posibles acuerdos), aunque no lidera y debe mostrarse como un conductor no carismático, en términos de ejercicio del poder. Enorme problema porque, además, hay diferencias ideológicas importantes entre Alberto, mucho más cercano de lo que se cree y sabe al establishment, al círculo rojo, que (el ex presidente Mauricio) Macri y Cristina, que se ha constituido como una pro-mujer del progresismo nacional y popular. Eso es lo que los separa y comienzan a entrar en una zona de conflicto. Esa tensión, es mucho más importante que la que se genera con los bonistas”.

“Es posible, que cuando se constituyó el Frente con Todos, hayan alcanzado, hayan alcanzado entre AF y CF un acuerdo tendiente a lograr la impunidad para algunas y algunos”, agrega Tonelli quien arriesga que “en ese contexto hipotético es posible que Alberto demore en el cumplimiento de ese supuesto pacto para moderar y contener los desacuerdos con Cristina que podrían conducir a una crisis de gravedad porque –por primera vez en la historia- se encuentra frente a una situación de hipervicepresidencialismo y su máxima protagonista es la primera en la línea sucesoria, en el caso de una eventual acefalía. Es un esquema muy conflictivo”.

Desde esa perspectiva, Tonelli proyecta dos escenarios, concretos. “Si Alberto F. negocia con éxito la deuda, tendrá cartas en la mano para armonizar con Cristina F. y contenerla aunque –por las características que suelen tener este tipo de conflictos y sus protagonistas- las escaramuzas se repetirán e, incluso podrían ir en aumento de cara a 2021 en que habrá elecciones de medio tiempo y los dos líderes coaligados podrían tentarse de medir fuerzas”. El segundo escenario que proyecta, plantea como hipótesis que “si al Presidente le va mal, todo se precipita. La Argentina ingresaría en default y comenzará un pase de facturas en el que se cruzarán acusaciones entre los unos y los otros porque los dos bandos intentarán con mezquindad, construir poder interno removiendo escombros. Extrema gravedad”. Pese a ello, advierte que “no es conveniente apresurarse ya que se trata de hipótesis que emergen a partir de la evidencia que muestra que los coaligados tienen desacuerdos y que comienzan a jugar fuerte para resolverlo. El debate entre si hay presos políticos o políticos presos, no es un tema menor. Es un indicador claro del conflicto que complica la gestión gubernamental y de la oposición que tiene que decidir –si fuera posible hacerlo- a quién oponerse. ¿A Cristina F., a Alberto F., al kirchnerismo, al peronismo. Todo el esquema de poder trepida”.

Alfonsina Guardia, analista y académica coincide con Tonelli y hace foco en que “es tema central saber quién tiene (en la coalición de gobierno) efectivamente el poder ya que, el presidente Fernández es el que aparece como más débil porque no tiene un frente o un partido propio que lo sustente, como sí lo tiene la vicepresidenta Cristina Fernández. Sin embargo, Alberto ejecuta acciones de gobierno con definiciones propias que no sólo parecen no haber sido consensuadas con nadie sino ni siquiera dialogadas”. Sostiene, además, que “no son pocas las cosas que fragmentan la coalición. La negociación de la deuda, las paritarias sindicales para definir salarios, la relación con las provincias y los municipios, los ex funcionarios presos por presuntos actos de corrupción, por sólo mencionar los más visibles. Pero, como se trata, se acepte o no, de una coalición entre peronistas, más allá de los matices de cada uno de los coaligados, ese partido tiene una tradición histórica de ordenarse en tiempos de crisis para sacrificar a alguien. Y, es justamente allí, donde reside otra dificultad para acordar quién será el chivo o la chiva expiatoria”.

Más allá de lo perceptual que exponen los analistas consultados, los trabajos de investigación que realizan las principales consultoras de este país, arroja algunos datos coincidentes con aquellos.

Según Managemet & Fit, que lidera la consultora Mariel Fornoni, que mide los “Índices de Optimismo social” políticos y económicos desde el 23 de abril de 2016, da cuenta en la última semana que ambos indicadores cayeron. El Optimismo Político, con una merma semanal de 1,2 puntos se ubica en 38,6 puntos; en tanto que el Optimismo Económico, que también desciende, en el mismo período, 2,6 puntos, se estaciona en 45,4 puntos. La visión de los cuadros, da cuenta que –desde que inició su mandato Alberto F.- esos guarimos merman significativamente aunque se mantiene por encima de los resultados que arrojaban el 5 de agosto de 2019, antes de las elecciones primarias que perdió Mauricio Macri.


Ricardo Rouvier, por su parte, si bien reporta crecientes indicadores de valoración social para Alberto F. y Cristina F. y una continua caída de Macri, destaca que “entre los puntos que más preocupan a la población” se ubican “los precios que no ceden” lo que tiene “incidencia (negativa) concreta sobre el bolsillo y el humor colectivo (lo que) hace que la relación entre precios e ingresos siga siendo crítica”, en la percepción social.

En lo que concierne a cómo se percibe “la evolución de las expectativas económicas” en el conjunto social “las negativas alcanzan al 46,2%” y superan a “las positivas” que alcanzan “a 42,1%”. Dichos indicadores, pueden explicarse en forma directa con que “el 57,2%” de los consultados, aseguran que “los precios han aumentado respecto de diciembre 2019”.

“Estamos en un laberinto”, respondió ante la consulta un conspicuo dirigente peronista que prefirió el anonimato y lamentó que, “los coaligados no recuerden que el compañero y poeta Leopoldo Marechal nos enseñó que de los laberintos se sale por arriba”.


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