EL PODER DE LA CONCIENCIA

A un tipo de aspecto bonachón de casi dos metros llamado George Andrew Romero se le ocurrió despertar a los difuntos y esa idea la llevó al cine. Su producción superó al que hasta entonces había sido el peor de todos los monstruos en la pantalla chica, el terrible vampiro, que en 1966 hacía su estreno estelar con “Sombras tenebrosas”. El chupasangre hizo temblar a la teleaudiencia con Barnabas Collins durante cinco temporadas, pero tuvo que ceder su protagonismo a la legión de demonios de revivían desde debajo de la tierra.

En 1968, Romero comenzó la saga de los zombis con “La noche de los muertos vivientes”. Para la pantalla grande fue un punto de inflexión. Nada volvería a ser igual. Y aunque los críticos se rasgaron las vestiduras por lo sangrienta, los años la convirtieron a la película en un clásico de culto que durante décadas inspiró a muchas cintas de terror. La semilla de esos seres, que en principio caminaban lento y querían comer cerebros, pronto se extendió por todo el planeta. Pero el gen mutó y la enfermedad convirtió a los muertos en peligrosas hordas que podían correr y perseguir a las personas que estaban sanas.

El virus se volvió incontrolable, ya no solo era mortal, sino demencial. Y es que la gente ya ni muerta podía “descansar en paz” porque la enfermedad no respetaba las clásicas reglas de La Parca. Y los éxitos se sucedieron desde títulos como “El regreso de los muertos vivientes”, pasando por “Biohazard” y su secuela “Resident evil” hasta “Guerra mundial Z”.

La cárcel llamada cine fue vulnerada en pocos años y la idea de revivir muertos contagió a la literatura, con novelas; al manga y hasta a los videojuegos. Sin embargo, los barrotes de la fantasía tampoco parecen suficientes para contener el horror, que muy rápidamente pretende renacer en la mismísima realidad.

Coincidentemente, el inocente vampiro dio paso en la pantalla al zombi, así como una sopa de murciélago diera vida real al coronavirus, hace poco más de un mes.

Comenzó con cautela, pero el miedo se convirtió en terror y luego en pánico cuando las noticias tomaron estado público. No era una película, sino la cruda realidad. En China, los ciudadanos, que ya vivían acostumbrados a usar mascarillas por la contaminación ambiental, no saben qué hacer para controlar la epidemia.

No es un guión cinematográfico, pero la cuarentena es verdadera en Wuhan y establece que, por ejemplo, solo una persona por hogar puede salir a hacer compras una vez cada dos días. También ordena el cierre de los 46 peajes que comunican a la ciudad y el bloqueo de todas las carreteras. Además, quedaron suspendidos el transporte público de pasajeros y los viajes de larga distancia. Los espacios públicos como cines, museos o piletas fueron cerrados y los espectáculos públicos anulados. Hasta las clases en escuelas y universidades están suspendidas hasta el 1 de marzo.

En la ciudad están presas 9 millones de personas, pero no el virus, que fue detectado el 31 de diciembre. En apenas unos días la enfermedad corrió incontrolable como reguero de pólvora y sobrepasó la treintena de países. El número de muertos pronto pasará del millar y los infectados ya pasaron la centena del millar.

Ni en sus momentos más lúcidos se le hubiera ocurrido a George A. Romero, “el padre de los zombis”, crear un escenario más espantoso. Y sin embargo en la realidad la muerte no respeta ni siquiera a los médicos que atienden a los infectados.

Los monstruos escaparon de la pantalla y acechan en la realidad. Ni siquiera esperan el ocaso para salir, como el otrora modus operandi de los vampiros. No. Como si fuera en un supermercado y con tarjeta de crédito ilimitada, hoy a plena luz del día y sin pudor ni remordimiento, la muerte recorre las calles del planeta juntando víctimas.

Las autoridades sanitarias hacen lo posible, pero están rebasadas y desconcertadas. Jamás pensamos que los monstruos pudieran escapar de la fantasía, así como tampoco creemos que puedan tocar el timbre de nuestra casa.

Pero hay que estar atentos. Si cerramos los ojos y nos concentramos podemos oír el aleteo de la muerte que entra por la ventana y su risita cuando ve los repelentes. Los vampiros ya no le temen al ajo, los mosquitos se burlan de los espirales, hoy vuelan juntos y salen de parranda.

La película hoy aquí se llama “Dengue”, que suma nuevos muertos en Concepción, en San Pedro y en Central. El próximo estreno se titula “Coronavirus”. A estar atentos.

Etiquetas: #Los monstruos

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