• Por Jorge Torres Romero
  • Periodista

Recuerdo cuando los medios hacían lobby y peleaban por una “exclusiva” con Jarvis “Pavão” desde su reclusión en la Agrupación Especializada. Sus afirmaciones fueron tomadas como la verdad absoluta e irrefutable por varios colegas. Lo mismo ocurrió con Marcelo “Piloto”, el mismo que asesinó en su celda a una joven de 18 años a fin de evitar su extradición al Brasil. Este había convocado a una conferencia de prensa para la cual le montaron una sala especial a fin de sentirse cómodo durante su alocución. “Piloto” deslizó que sobornaba a algunos efectivos de la Policía Nacional y en particular al ex jefe de Investigación de Delitos, comisario Abel Cañete.

Estas afirmaciones le costaron el cargo a Cañete, a quien sin previo sumario lo pasaron a retiro. Sus superiores en la Policía y el entonces ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, no dudaron en separarlo del alto cargo, basados sólo en las acusaciones del conocido criminal. Ignoraron por completo el legajo profesional de Cañete, un uniformado que habrá cometido errores, pero en su foja de servicios se destacaba que durante su conducción aprehendieron a la mayor cantidad de miembros del PCC, desarticularon redes y bandas criminales, entre ellas las de “Piloto”.

La Contraloría no halló inconsistencia en su declaración jurada de bienes y Asuntos Internos tampoco encontró una conducta fuera del marco legal. Sin embargo, la Policía Nacional se desprendió de un oficial de carrera, con oficio y con resultados en su gestión. Los dichos de un criminal le valieron una condena mediática.

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La situación del ex fiscal Hugo Volpe es casi similar al caso Cañete. La mera insinuación en una conversación vía whatsapp entre abogados de criminales le costó el cargo y el escarnio público a un hombre cuya trayectoria de vida y profesional es impecable. Aclaro que ni Cañete ni Volpe son amigos míos, solo he entrevistado a ambos en los diferentes medios donde trabajo. Pero, sí he indagado sobre ambos y tanto sus colegas como sus amigos ponderan su actuar en la función pública.

Mi querido profesor, admirado artista e intelectual José Antonio Galeano escribió en sus redes refiriéndose a Volpe a quien conoce desde joven lo siguiente: “Me asiste la profunda convicción de que es víctima de una infame patraña. Personas como él molestan, porque brillan, por honradas y por firmes en sus convicciones”.

No puedo tener la certeza de que Volpe sea un impoluto, pero deberíamos darle el beneficio de la duda, tanto a él como a cualquier otro funcionario cuya trayectoria profesional lo avala. Me resisto a creer que todo está perdido y que no existan personas con carga pública fuera del germen de la corrupción.

Como dice Galeano, claro que estas personas molestan. Y es obvio que el crimen organizado hará lo que fuera para erosionarlos o liquidarlos. No lo quieren dentro del sistema.

Los carteles de la droga en Colombia en las décadas de los ’80 y ’90 utilizaban esta estrategia para fundir las carreras de los candidatos o altos funcionarios que pretendían combatirlos, al vincularlos adrede con financiamientos de campañas políticas.

Como sociedad debemos ser celosos contralores y defensores de personas que se arriesgan y cumplen a cabalidad su rol como servidores públicos. La mafia, el crimen organizado, las roscas corruptas verán siempre la forma de eliminar a los que buscan hacer bien las cosas. Hasta que no nos demuestren lo contrario prefiero creer en la palabra de Cañete y Volpe antes que en la de “Pavão” o “Minotauro”. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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