Voy a ser lapidario. A pesar de que se veía venir una epidemia por dengue este verano, no he visto campaña masiva de comunicación para la concienciación ciudadana sobre la importancia de la eliminación de criaderos de mosquitos. Excepto la Gobernación de Central, que declaró al departamento en emergencia sanitaria esta semana, el Gobierno Nacional no se anima siquiera a hacer lo mismo, quizá porque eso complicaría al ministro Julio Mazzoleni porque obligará a todos los médicos a retornar de sus lindas vacaciones, miles de ellos fuera del país. ¿Prevalece el interés particular o el interés general?

En una iniciativa plausible, la Comisión Permanente del Congreso aprobó el martes 14 de enero último un pedido de informe al Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social sobre la situación del dengue en el país, como una manera de presionar al Ejecutivo para que tome medidas más drásticas ante la crítica situación. Senadores y diputados ya reprocharon al MSPBS porque todavía no declara emergencia sanitaria nacional como consecuencia de la epidemia, cuyas víctimas ya abarrotan hospitales públicos y privados.

De acuerdo con informes oficiales, se han confirmado 4 fallecimientos por dengue y existirían otros casos de desenlaces fatales por esta misma causa. Ya se han dado al menos 1.700 casos confirmados por dengue y existirían el doble de personas con los síntomas. ¿Y los que no se denuncian, no se registran o se ocultan? Estamos ante un grave problema de salud pública.

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Esto se ha vuelto recurrente y cada verano escribimos la misma cosa. Miles están faltando a sus estudios, a sus trabajos y gastando mucho dinero para enfrentar la penosa situación. Todo esto genera una depresión en la población y, por ende, mucho perjuicio para todo el país.

En casos así buscamos responsables en determinados sectores, pero el problema está instalado. Infectólogos, médicos, políticos y hasta ex ministros cuestionan y critican a las instituciones estatales debido a la epidemia del dengue, pero en realidad todos tenemos la culpa por falta de limpieza. Lo que deberíamos hacer ahora es remangarnos y acercarnos a los lugares de riesgo para dar soluciones o, al menos, acercar ideas.

Existen también los avivados que lanzan su liñada en este río revuelto en busca de llamar la atención con tal de figurar en los medios de comunicación, al solo efecto de captar algunos votos en las próximas elecciones municipales. Si son un poco inteligentes, en vez de solo hablar deberían salir a las calles con sus equipos y móviles a realizar mingas en los barrios más afectados de Asunción y alrededores para ganarse esos votos.

Esta cuestión del mosquito del dengue es tan recurrente que genera hastío. En realidad, es un problema muy ligado al fenómeno climático y a la educación de la gente. Son aspectos a considerar en una campaña a nivel nacional. Por ahora, ante dramático panorama, no es momento de buscar culpables. Las instituciones del Estado y municipalidades deben poner su parte, pero las mismas también están limitadas si nuestros conciudadanos no toman conciencia de que esta situación se puede prevenir con prácticas de saneamiento ambiental.

Los fiscales tendrían que haber imputado a diestra y siniestra a los irresponsables que albergan toneladas de basuras en patios baldíos, grandes causantes de la proliferación de estos insectos voladores y otras alimañas peligrosas. Solo en Central existen 8 millones de cubiertas en patios baldíos. ¡Una bomba de tiempo!

Es decir, todos, absolutamente, instituciones públicas y privadas, de una vez por todas deberíamos unirnos y formar una comisión multisectorial de larguísimo plazo, a los efectos de trabajar todo el año en campañas de prevención para que no tengamos más en el futuro ni un solo fallecimiento por dengue en Paraguay.

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