Todos saben del bochinche de Oriente Medio entre Irán y las tropas de EEUU que están en Irak. ¿De verdad? Acá, en Occidente, la noticia es que “todo está bien”, según palabras textuales del presidente Donald Trump. Pero parece que no es así, no todo está bien luego de que los misiles balísticos iraníes impactaran sobre las bases aéreas de Ain al Asad y Erbil en represalia por el asesinato de Qassem Soleimani.

Allá, en Oriente, para los iraníes no solo “todo está bien”, sino que todo está “mucho mejor” luego de haber “lavado” su honor con la muerte de 80 soldados norteamericanos... que para la administración Trump no existen, es decir, según ellos apenas hubo unos pocos heridos y coincidentemente todos eran iraquíes. Ningún yanqui en la lista. Medio raro... aunque no tanto porque, explicaron, que la inteligencia norteamericana “pilló” que iban a ser atacados y se escondieron bien.

Las informaciones son muy contradictorias. Unos dicen que los misiles lanzados fueron 15, otros 22; unos que EEUU tenía derecho a matar a Soleimani porque era un terrorista y que desde hacía rato luego andaba macaneando, mientras que otros afirman que la “inocente víctima” era un general con todas las de la ley, además de un país soberano, y encima que había peleado en muchas batallas para su nación, incluyendo contra el terrorífico Estado Islámico.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Unos aseguran que ambos países están en guerra desde que los iraníes descubrieron que fueron los americanos los que pusieron al sah Reza Pahlevi al frente de Irán, quien terminó abruptamente su reinado tras la Revolución Islámica en 1979. Otros, sin embargo, dicen que nunca hubo una declaración de guerra formal y que hasta ahora el proceso solo puede tomarse como una “escalada de tensión”.

Es complicado. Parece un chiste. Por un lado, los iraníes bailan en una pata porque pusieron a EEUU “en su lugar” (aunque su intención es erradicarlo de toda la región). Sin embargo, “el enemigo” sigue allí y ni siquiera disparó un misil Patriot para defenderse ante la lluvia de misiles iraníes. En resumen, si fuera un partido, los iraníes estarían ganando 80 (muertos) a 1. Pero si revisamos el VAR, podríamos analizar otras “jugadas” que no se vieron en la cancha.

Por ejemplo, los iraníes no tuvieron solo un muerto, sino 57, ya que a Soleimani hay que sumarle los 56 fallecidos que dejó la estampida en el entierro del general. ¿Qué tienen que festejar? 1) Les mataron a su héroe nacional; 2) gastaron al menos 15 misiles y no murió ningún soldado norteamericano, pero sí más de medio centenar de enlutados fanáticos persas; 3) además, recibieron nuevas sanciones que antes no tenían, y 4) para colmo de males, ahora Teherán es sospechado de haber derribado el avión ucraniano en el que fallecieron 176 pasajeros.

Del otro lado tenemos la versión de Trump, quien dice que él “no quiere la guerra” y que ordenó la muerte de Soleimani para evitar una. También dice que no le interesa el petróleo de Irán y ni siquiera menciona que el ataque del dron fue el comienzo de su precampaña de reelección. Cada bando da a entender que la victoria fue suya... sin embargo sabemos que eso no es posible.

Hay muchos detalles más que comentar sobre el conflicto, pero la verdad es que desde aquí no es posible llegar a una conclusión con tantas mentiras que se generan.

Ese es el problema que actualmente debe enfrentar el público: las informaciones falsas que llegan a cada segundo, sobre todo a través de las redes sociales. Ya Göebels, el genial ministro de propaganda de Hitler decía “miente, miente, que algo queda”. Hay que reconocer que desde que este nazi tomó en serio esto de mentir a través de los medios masivos, los expertos en mentiras alcanzaron niveles de doctorado.

Ellos están mimetizados en los medios. Nos dicen, por ejemplo, que un puente es una gran obra de progreso… aunque no lleve a ningún lado y olvidan mencionar el negocio que representa para los dueños de lotes de esa zona. Ellos son patriotas y denuncian los tratados amañados, pero se olvidan de los sueldos siderales que estos convenios permiten. Ellos están ahí, no se los ve, y crean cortinas de humo para desviar la atención del público hacia sus intereses.

Hace pocos días Jair Bolsonaro afirmaba que “la prensa envenena” y en broma (en serio) agregaba que “los periodistas son una especie en peligro de extinción”.

Creo que los periódicos no envenenan, por el contrario, sacan a luz los venenos inoculados hábilmente por personas que detentan el poder y cuyas consecuencias son mortales para la sociedad. Por ejemplo, la intención del propio Bolsonaro de hacerse con una tajada con la firma del acta secreta de Itaipú, el año pasado.

En cuanto a que los verdaderos periodistas son una especie en peligro de extinción, creo que tiene razón. Y es que hoy día, la tecnología permite que cualquiera que tenga un celular pueda enviar una información y con eso se recibe de “especie en peligro”.

Ya el escritor y filósofo italiano Umberto Eco había criticado duramente las redes sociales cuando sentenció que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”.

El público en general debe estar más atento que nunca y ser analítico porque las mentiras cada vez son más atrayentes. Ya no vienen obsoletas como espejitos, sino animadas en las pantallas de celulares o dirigidas por expertos en desinformación.

El ejemplo actual es la lucha en Oriente. ¿Cuántos muertos hubo en realidad? ¿57? ¿80? Muchos de ellos gozan de buena salud, mientras los líderes, tanto Trump como el ayatolá Alí Jamenei, se declaran ganadores.

Tenemos que observar y ver cómo sus seguidores aplauden y los siguen como zombis descerebrados, producto de la máquina de propaganda. Tenemos que saber qué es mentira y qué es realidad para no convertirnos en simples piezas de un ajedrez en el que siempre ganan los que tienen el poder, no los ciudadanos.

Dejanos tu comentario