- Por Eduardo “Pipó” Dios
- Columnista
Se va el 2019, inexorablemente, un año endemoniadamente político, violento, virulento, peligroso, inestable, cambiante y no tanto.
Si queremos hacer un balance del Gobierno, creo que es hasta más prudente tomar de enero a diciembre y obviar los famosos primeros meses desde la asunción al mando.
Este año ya fue con SU presupuesto, SU gente y SUS Virtudes y SUS (muchos) Errores, voluntarios e involuntarios.
El primer semestre fue para el olvido, punto culminante con el casi juicio político y la casi destitución del Presidente y Su Vice. Si bien se esperaba que este sacudón tan fuerte produjera un inmediato giro de timón, un cambio de actitud y un reconocimiento del problema por parte del primer mandatario y su maldito primer anillo de ese entonces, esto apenas se dio y se dio muy lentamente.
Teníamos y seguimos teniendo una crisis económica tremenda y aunque algunos analistas por optimismo o por afinidad al Gobierno hablen de una supuesta recuperación, esta no se sintió ni se siente. El bolsillo de la gente está peor que nunca o, al menos, en muchos, muchos años. Sumado al contexto internacional y sobre todo regional que no ayuda, la falta de cintura y reacción probablemente en parte por desconexión de la realidad y en parte por falta de capacidad de los actores involucrados hace que los buenos deseos sean nada más que eso.
En materia de seguridad, la salida del poderoso (en términos de cercanía e influencia sobre el Presidente y no donde debería) ministro del Interior descomprimió la crisis policial y eso mejoró el desempeño de las fuerzas de seguridad, al asumir un conocedor y conocido de estas, quien puso orden de inmediato y consiguió generar confianza en las mismas y, por ende, en la población.
Aunque falte mucho por hacer, al menos se ve algún camino y algún plan.
En materia de corrupción, las denuncias, si bien aflojaron un poco, más bien porque se estarán “cuidando” más que porque hayan dejado las malas prácticas. Sin embargo, seguimos teniendo en el gabinete del Presidente a figuras emblemáticas embarradas en la podredumbre del saqueo de las alicaídas arcas públicas. Sigue Samudio en Petropar, Friedmann manejando a su antojo el Indert y ahora el Ministerio de Agricultura. Duran esquivando el bulto de las denuncias y sin inaugurar más que proyectos iniciados por otra administración, la Bacigalupo sigue tan campante con su cara de “yo no sé de qué me habla la Contraloría”. Entre otras glorias.
En fin, son más, muchas más las sombras que las luces del Ejecutivo nacional, tan pocas como las del Legislativo y el lamentable Judicial. Sin olvidar los intendentes, entre ellos el destituido Mario, el suspendido Armando Gómez y los demás que brillan por inutilidad, corrupción o ambas “virtudes”.
No hay mucho para celebrar. La única esperanza que hay es eso, esperanza. No hay mucho indicio y si fuéramos timberos profesionales le apostaríamos en contra. Pero bueno, es lo que hay, veremos qué pasa. De por ahí algún corcho mal dirigido le hace ver la luz a Marito o al menos lo despierta de su modorra.
Salud, que nos vaya bien a todos, hasta a aquellos que deberían estar entre las rejas y la siguen chuleando.