• Por Jorge Torres Romero
• Columnista

Mario Ferreiro es un buen hombre, de buenas intenciones y de un corazón noble, lo conozco y hasta que me demuestren lo contrario seguiré sosteniendo lo mismo, pero, igual seguirá siendo mi amigo. Cometió errores, como todos los hemos cometido en la vida. Pero desde su condición de servidor público y administrador de la cosa pública, su principal error fue rodearse de un equipo averiado, contaminado y con vicios de poco apego a custodiar la cosa pública en favor de la gente, sino, en favor de sí mismos.

Ese fue su error, el no poder blindarse con personas indicadas para cumplir esas promesas lanzadas en campaña para Asunción y esa mala elección le costó muy caro, al punto de abandonar la intendencia con un manto de dudas acerca de su honestidad.

Yendo al fondo de la cuestión. Los elementos hasta ahora expuestos por la Fiscalía aparentemente son contundentes en el sentido de que revelan un modus operandi que apunta a la existencia de una recaudación paralela, fruto de coimas y sobornos a empresas que ofrecen servicios a la Municipalidad de Asunción y cuyas huellas quedaron plasmadas en mensajes vía Telegram de un grupo denominado “Asado de fin de semana” y uno de los integrantes arrimó las pruebas a la Fiscalía.

A esto se suma un audio en el que supuestamente la ex diputada Rocío Casco, allegada al equipo “Asado de fin de semana”, pretendía buscar elementos para acallar las denuncias de Soares, al punto de sostener que cuenta con una fiscala amiga para ese efecto.

De esto se valió la fiscala Stella Mary Cano para su diligencia. Es decir, evidencias aparentemente sólidas para el actuar del Ministerio Público, a diferencia de otros casos, en los que, por cuestiones políticas se pide la pronta intervención fiscal, pero, con la gran diferencia de que no hay elementos tan contundentes.

Por ello no vale el argumento de que lo acontecido en la Municipalidad de Asunción forme parte de una operación política, las pruebas serían irrefutables, más allá de la cuestión natural del aprovechamiento político en situaciones como estas.

Tampoco sirve la vieja estrategia de matar al mensajero, ni a la fiscala Cano ni a Soares, más allá del interés que podrían tener ambos en cualquier aspecto, los hechos hablan por sí solos. Es evidente que esto tiene como telón de fondo una pelea entre ex aliados de un mismo sector político, que trabajaron todos juntos para colocarlo a Ferreiro en la intendencia de Asunción, pero, también es cierto y es el punto central que interesa a la ciudadanía y a los investigadores, que se debe determinar quiénes son los responsables de burlar la confianza de los contribuyentes asuncenos que pagan sus impuestos , para beneficiarse en forma particular con el dinero público.

La estrategia de matar al mensajero es antiquísima, el típico acto de culpar a una persona que trae las malas noticias en vez de culpar al autor de las mismas. Y en este mismo tenor, me tocó oír el viernes por la tarde una entrevista en radio Ñanduti al ex senador Hugo Estigarribia Gutiérrez, cuyos análisis solía considerar, pero, jamás pensé que podría llegar a sostener la hipótesis de que el escándalo de la Municipalidad de Asunción pudo haber sido montado para tapar la acusación contra Horacio Cartes por parte del Ministerio Público del Brasil.

Es más, insistió en darle verosimilitud a su teoría exponiendo que Soares está vinculado a medios de comunicación pertenecientes al Grupo Cartes. Solo existen dos posibilidades ante semejantes elucubraciones de Estigarribia, su limitada capacidad de interpretar la realidad o un tremendo oportunismo para pasar factura a quien no le dio cabida en su sector político.

Este razonamiento es el reflejo de la mirada selectiva ante los hechos de corrupción que carcome al Paraguay. Los escándalos en la comuna capitalina confirman que la voracidad que tienen algunos políticos en meter la mano en la lata no distingue partidos ni ideologías, es endémico. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.