- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- Twitter: @RtrivasRivas
Una semana después que el presidente Alberto Fernández asumiera el cargo, es difícil discernir hacia dónde va. Estamos en presencia de una nueva configuración de la estructura del poder. La vicepresidenta, Cristina Fernández, de claro liderazgo, es en sí misma un polo ideológico con proyecto propio. Desde muchos años se mantienen diferencias entre los dos Fernández y, esa bifrontalidad, da lugar a una novedosa forma de coalición que aparenta ser el gobierno de un mismo partido. ¿Todos unidos, triunfaremos? Dos modelos de país se pueden diseñar con las palabras de los dos referentes de gobierno. Inevitable. Alberto F. no piensa la Argentina con el mismo formato que la imagina Cristina F. Dos músicas, dos letras, dos orquestas. No hay armonía, ni suena bien.
En ese contexto, en tres áreas estratégicas, justicia, economía y relaciones exteriores, pilares inevitables a la hora de decir hacia dónde va la Argentina y, especialmente, si habrá continuidad y seguridad jurídica en orden a estándares internacionales para los Estados Democráticos de Derecho, las opacidades no son menores.
El presidente Fernández propone una reforma del Poder Judicial que, al parecer, apunta a resolver la falta de credibilidad social de la que padece –por demérito propio– la corporación judicial embrollada, especialmente, en los desencontrados criterios que numerosos magistrados exhiben a la hora de juzgar conductas presuntamente antijurídicas de las mismas imputadas e imputados con cada cambio de vientos políticos. ¿Podrá? ¿Coincidirá con Cristina F. que, como lideresa del Senado, tendrá como misión la aprobación (o desaprobación) de las iniciativas legislativas del Ejecutivo en esa instancia clave?
El área económica se presenta también con complejidades mayores. El jefe de Gabinete de Ministros, Santiago Cafiero, lo dijo con claridad: “Avanzamos con medidas excepcionales porque la situación es excepcional”. ¿Será suficiente con el diagnóstico? Entre marzo y junio –después del verano– entre capital e intereses, la Argentina deberá honrar vencimientos por unos US$ 30 mil millones. Excede largamente las reservas de libre disponibilidad que atesora el Banco Central. Una buena parte de las negociaciones a encarar por el Ministerio de Economía y la autoridad monetaria con los organismos multilaterales y, en particular, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntarán a aquel objetivo. En esas gestiones pesa y pesará mucho la relación con los países centrales, en particular con los Estados Unidos, para facilitar que la Argentina acceda a mayores plazos de pago con dos o tres años de gracia (no pagar) y, tal vez, a una quita del 20% en el total de lo adeudado a los bonistas. ¿Accederán? Para avanzar en esa eventual propuesta que hacen pública coincidentes voceros gubernamentales, Alberto F. deberá exhibir un programa económico en el que quede claro la evolución del gasto público. ¿Lo tendrá para cuando comience el otoño?
En la Cancillería –para los diplomáticos de carrera– la tarea cotidiana no se presenta sencilla. Varios recién llegados carecen de conocimiento sectorial. “No es bueno, comenzar así”, sostuvieron cuatro veteranos embajadores profesionales ante este corresponsal. Destacaron que “las gestiones secretas que Elliot Abrams (representante de USA ante Venezuela) encargó al presidente Fernández para que hiciera ante Nicolás Maduro en favor de un grupo de ciudadanos estadounidenses, no deberían haber trascendido. Sin embargo, por ignorancia o por inexperiencia diplomática, se supo”. Las fuentes, que exigieron reserva identitaria, apuntaron, “los países que tienen intereses en la región, no se quedan quietos, buscan interlocutores confiables, no esperan que la Argentina defina” y, desde esa mirada crítica, destacaron que “mientras, el presidente de Paraguay (Mario Abdo Benítez) alcanzó un acuerdo importante con (Donald) Trump que abre aquel mercado a la carne paraguaya. El mundo, siempre, es dinámico”.